jueves, 15 de abril de 2010

Presentación de Los Muertos de mi Vida en la hacienda de San Roque


Mi profundo agradecimiento a las tres brillantes mujeres que han influenciado mi vida: mi madre y mis hijas: Paola y María Eugenia. A ellas les debo el impulso, la motivación. A mi esposo Rafael quién me brinda el indispensable apoyo, su consejo y amor.
A nuestros anfitriones los señores Margarita y Rubén Carmona, luchadores admirables en su empeño por conservar la fastuosa Noria de San Roque, ejemplo único en el mundo, muestra de un pasado del cual debemos sentirnos orgullosos.
A Luis Adrián Carmona quién siguió paso a paso la construcción de Los muertos de mi vida. Investigador de la historia de México, de Tepeyahualco y por supuesto, de San Roque.
Al licenciado Sergio Bailleres Ocampo, quién nos visita desde el Estado de Querétaro, y quien desde el inicio de Los muertos de mi vida se sumó a mi esfuerzo por comprender la intrincada historia de la Revolución, de la política mexicana. Resolvió dudas, escuchó paciente mis comentarios.

A Mariano Morales, brillante periodista, ocupado siempre en la cultura, las letras. Escritor, investigador. Mi maestro y crítico constructivo.
Al maestro Felipe Galván y al maestro Roberto Martínez Garcilaso, ambos con una trayectoria impecable y extensa en el mundo de la cultura y las letras poblanas, de la literatura hispanoamericana.
Al licenciado Aldo Roberto Rivero Pastor, quién hace un espacio en su labor como notario para convertirse en apasionado investigador del pasado histórico de Puebla, de sus costumbres, del arte.
A todos los amigos que nos acompañan en el interés común por conocer más de nuestro bello Estado de Puebla y se suman a las actividades académicas con motivo de la conmemoración del Centenario de la Revolución Mexicana.
A nuestros amigos de la prensa, incansables en la tarea de mantener informada a la población y cuya labor trasciende el tiempo, ya que gracias a muchos periodistas del pasado, y me remonto a los años de 1900 a 1954, logré rescatar anécdotas y relatos importantes para la construcción de Los muertos de mi vida y de la siguiente entrega: De las armas a la palabra, en homenaje al general Rodolfo Sánchez Taboada, que pronto presentaremos.
También Magdalena Milagros acude a la prensa, a los expedientes militares, a los guardados en notarías, para construir su gran mentira piadosa. Magdalena aprende a manejar a la perfección los hilos que mueven a quienes la rodean. Reconstruye una parte de la historia de la Revolución a través de pupilas prestadas: las de su Gabriel Zenteno, un mensajero como el arcángel del cual toma el nombre. En Los muertos de mi vida me refiero a los grandes amores experimentados a través de la piel, por medio de la imaginación.
Magdalena Milagros, Puebla, poblana, mujer, sobrevive a pesar de todo. Atesora en su clóset prendas con aroma a pasado; es a través de los objetos como logra consolidar su historia. Un personaje para leerse entre líneas, y quizás, en el medio de alguna de ellas me encuentren, porque al escribir, inevitablemente una parte de mí se compromete.
Los personajes fueron poco a poco tomando vida, crecieron y me demandaron un aliento propio. Vicencio surgió de la nada para convertirse de inmediato en el alter ego de Magdalena, en mi propio alter ego, en el amante escucha.
Conchita y Josefa se insertan en la periferia de la familia, desde ahí, se enteran y nos enteran de los secretos de su patrona. Son el reflejo del otro México, de los que vivimos a la sombra del poder pero no por ello perdemos la visión de águila a quien no escapa ni el pequeñísimo ratón. Representan las voces conscientes, críticas, ante las cuales los “patrones” se mantienen sordos.
El Francés… cualquier poblana, en cualquier tiempo, ha mirado con deseo lo proveniente de otras latitudes: franceses, españoles, norteamericanos, alemanes, italianos, argentinos. Tampoco escapan a esa herencia malinchista los caballeros. El denominado malinchismo se adjudica a los mexicanos, por aquella a quién todos han escuchado nombrar alguna vez, pero al parecer esa mirada que intenta ir más allá de las fronteras aparece en todas las culturas y en todos los tiempos. “Nadie está conforme con lo que tiene”, “en la variedad está el gusto”, y podríamos aplicar muchas leyes provenientes de la sabiduría popular. Les llamo leyes porque así son interpretadas. El Francés y Magdalena, dos culturas enamoradas por siempre. También el romance tiene varias lecturas, tantas como la historia de cualquier pareja de amantes.
Desfilan en el recuerdo de Magdalena Milagros: Emiliano Zapata, desmitificado, mortal, apetecible, adorado y odiado; para Magda no es monedita de oro, así como tampoco Celso Zepeda, temible bandolero, el Robin Hood de estos rumbos de Tepeyahualco. Mariano Trujeque, no registrado en la historia oficial, no por ello menos valiente, macho arrogante, sensible campesino, líder de muchos quienes apenas hablaban castellano. Aquí, en Tepeyahualco, hizo temblar a Porfirio Díaz y Al Chacal: Victoriano Huerta.
Las Refugios, el regimiento de mujeres abandonadas por el destino quienes toman las armas y cobran sus propias deudas con la fuerza de los máuser. Mujeres independientes de los maridos y del clero. Ellas son las mujeres de la Revolución, no las reclutadas por los zapatistas para traerlas como criadas y concubinas, las llamadas en el norte: adelitas, hembras maltratadas por sus machos. Las Refugios son un eco de mujeres como María Arias Bernal llamada: María Pistolas; María Sandoval de Zarco, la primer mujer abogada; Juana Belén, doña Carmen Serdán y miles más quienes aportaron ideas, iniciativas para la formulación del Plan de Ayala, tomaron los puestos laborales dejados por los hombres, araron el campo, curaron a los heridos.
“Los revolucionarios encontraron la brújula, no atino a encontrar el momento en el cual se nos volvió a perder.” Cito a Gabriel, a millones de mexicanos que como él nos planteamos hacia dónde nos dirigimos, nos dirigen; empujamos, nos empujan. Este 2010 es un año para actuar con la razón como lo hizo Magdalena, para emplear a fondo el corazón igual que Gabriel. Los muertos de mi vida es la aportación de María Sanz en el Centenario de la Revolución Mexicana.
Espero disfruten la lectura tanto como yo lo hice al escribirla. Gracias por compartir este momento.

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