jueves, 10 de febrero de 2011

Analfabetas

5.9 millones de analfabetas en México, más uno: Bartolo, quien alguna vez aprendió las vocales y consonantes pero nunca las pudo poner juntas. No porque su capacidad fuera limitada sino debido a la falta de oportunidades para asitir a la escuela. El tema cobró vida con el asunto de que habían corrido a la Carmen de la escuela. La maestra que se exigía más a sí misma que a los alumnos, porque a pesar de la oposición de los que mandaban en el pueblo a que su gente destacara, ella imprimía siempre un esfuerzo extra a su persona.
Esa tarde Bartolo escuchó la noticia en la televisión de la tiendita. Preguntó si el analfabetismo era alguna enfermedad rara de las que ponían a la gente dentro de su casa. El tendero le dijo que más o menos porque de cierta forma sí inutilizaba.



Con la expresión de pocos amigos, la que siempre le acompañaba, agarró monte y se dirigió a la casa de su amada Bartolina.
Pues, cómo ves, Bartolina, yo soy uno de esos millones con esa enfermedad que no se cura con vacunas ni con penicilina pero sí que te inutiliza. ¿Cuál, Bartolo? Esa anal con algo que no entendí y pienso que debe ser mala pues está ahí mero. ¿De qué me hablas Bartolo? Del mal en la cola, por supuesto. !En la cola pero al final debías de estar Bartolo! Analfabetos son los que no saben leer ni escribir. !Ah, pues, Bartolina, ya me había rete asustado! ¿Pues que no aprendiste a leer? Pues no. Cuando yo era  muy chiquito, tanto como para apenas arrear la mula que teníamos en mi pobre casa, era bien carísimo ir a la escuela. Pero cómo, Bartolo, si es gratuita. Pues sería aquí porque en mi pueblo mis papás tenían que comprar el uniforme, los trajecitos para las fiestas de primavera, el 5 de Mayo, el 10 de Mayo, la primera comunión, el final de clases y las coperachas para los regalos de las maestras, para la pintura de la escuela, para... para que te cuento Bartolina. Y no éramos pocos chamacos. Pues sí, Bartolo, lo mismo me pasó a mí. ¿Entonces tampoco tú sabes leer? Pues no, Bartolo. Pues entonces no son 5.9 millones más uno sino más dos. Contar si sé, y quito y pongo días en mi calendario. ¿Pues para qué, Bartolo? Pues para llevar la cuenta de los que nos falta para el dinerito de la boda. !Ay, Bartolina!, sin tan sólo me dieras un adelantito me harías rete feliz. Pues si yo no tengo todavía ni la mitad. No me refiero a eso sino al otro rinconcito que tú tienes por ahí sin estrenar.


No hay comentarios: