jueves, 14 de abril de 2011

Entre las armas y la palabra

Presentación en Mexicali. Lic. Milton Castellanos, María Sanz y Dr. Gabriel Trujillo.

Bartolo estaba feliz pues acompañó a María Sanz a las presentaciones de la novela de Entre las armas y la palabra en la ciudad de Puebla, en Mexicali y en Acatzingo. Comenzaba a disfrutar los efectos mágicos de la lectura. Revivía con cada página, las batallas en las que él mismo había peleado durante la Revolución. Cuando María dormía, Bartolo se apropiaba del libro y con el dedo índice recorría las letras, formaba palabras, agregaba sentidos y despertaba imágenes. Mucho tenía que contarle a Bartolina aquella mañana cuando llegó a la casita de adobe y techo de tejas color rojo viejo.
¿Qué pues mi rechula mujer? Aquí mi Bartolo, sentada y viendo las horas pasar. Te dije que vinieras conmigo y no quisiste. A mi el avión me da mucho miedo, volar es de las aves, no de humanos. Vieras mi Bartolina que bonita se ve la tierra desde arriba, hasta parece que no está enojada.
!Ay mi Bartolo! si sabré yo de mi madrecita tierra, fíjate que dicen en el mercado que aquí también va a temblar. Ya, pues, te dije que andes con los oídos tapados, si acumulas desgracias aún por llegar te van a salir más arrugas en esa carita tan linda; sólo dime, desde que tienes uso de la razón ¿cuántas cosas has vivido? Muchas Bartolo, muchas. Ya hasta se me pierde la cuenta, ¿tendremos unos 140 años? Esos tienes tú, mi amorcito, yo ya estoy entrado en los 159. Si pues, ya recuerdo, eres de la batalla del 5 de mayo para acá. Así mismo, mi chatita y las cosas parecen repetirse y repetirse pero con diferentes protagonistas. Sí, mi Bartolo, creo que debemos resignarnos a quedarnos aquí, todo por esa mentada promesa que hicimos de dejar Zonzonique hasta que estuviera próspero y ya ves, el pueblo polvoso, la gente pendenciera, los chamacos... Párale Bartolina. Pues es que ahora que te fuiste visité a mis amigos en el cementerio, qué contentos están los que ya se fueron. Cómo dices esas cosas, creo que te está pegando el calor y te achichina los pensamientos. Mi Bartolo, ya me dijeron en la tiendita que a lo mejor sufro de depresión, ¿tú crees? Mira, prietita, tú lo que tienes es otra cosa, si disfrutaras la vida y dieras gracias por tus 140 añitos y me dejaras quererte de verdad, no estarías así. Arrímate Bartolo, no seas encajoso, mi virtud la enregaré después de haber pasado por el altar. Pues como te tardes y venga el terremoto verás que ni iglesia habrá porque ya ves que bien la restauraron la última vez. Y yo que te quería contar de Mexicali, de sus calles bien anchas, de sus casas y comercios. Lo mejor fue la comida China. ¿China? Sí, pues, Bartolina, la frontera es muy diferente a nuestro pueblo. La gente es muy amable y... Bueno, Bartolo, ahora hablas muy elegante, con eso de que ya lees andas de presumido. A ver, ahorita te traigo el periódico. No pues, Bartolina, puras malas noticias, con razón andas deprimida. Mejor me regreso a mi rancho y vuelvo mañana cuando veas las cosas bonitas; ya verás, nos daremos besitos y caminaremos tomados de la mano. Pues eso será hasta que pase la Semana Santa, debemos rezar y rezar para que las cosas se compongan. No, pues, peor de triste te me vas a poner, si ya sabes que todo eso es puro cuento. No blasfemes, Bartolo, por eso seguimos aquí en el purgatorio. Cuál purgatorio, Bartolina, si la vida, aunque estemos muertos, es lo más bonito que hay.

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