miércoles, 30 de noviembre de 2011

El retorno de Bartolo







¿Bartolo? ¿En dónde andabas? Yo creí que ya me habías olvidado. ¡Claro!, como ya aprendiste a leer, te crees mucho. ¿Te piensas que puedes abandonarme así, tan fácil. Calma, chatita linda, ¿cómo cree mi reina que la he olvidado? No me lo vas a creer, mujercita de mi alma. La Catrina me anduvo coqueteando.
¿Otra vez!, ¿pero no sabe estarse quieta? Debe llevarse a los vivos, no de nuevo a los muertos. Pues eso sí que es muy sabio, Bartolina, a veces pienso que como otros andan haciendo su chamba, pues se desquita con los que ya descansamos en paz. Te contaré, Bartolina, que como en nuestros tiempos, ahora encuentran a los muertitos en montón, cada uno de ellos amarradito de las manos y los pies, pero a diferencia de la revolución, no los dejan en un montón, los guardan dentro de los coches. Y para qué, pues, como si se les fueran a escapar. No Bartolina, los ponen así para que ya no los tengan que andar juntando de por ahí o por acá. También los cuelgan en los puentes. ¿Y qué te han contado? Pues nada, mujer, aún no me los encuentro de este lado. Pero lo que quería contarte es que La Catrina anda enojada. Por fin, Bartolo, quién te entiende, anda enojada o de coqueta. Pues es lo mismo, morenita mía. Arrímese, Bartolo, huele usted a panteón. Bueno, pues, a qué quería que oliera. Pues de menos a cempazúchitl y humo de veladoras. ¿Se da cuenta, chiquitita que de nuevo nos estamos hablando de usted? Pues mejor así, Bartolo, para que guardemos las distancias. Mire que es cruel, Bartolina. Pues mi querido señor, mientras no deje de andar dando vueltas y me de una explicación, manténgase a distancia de tiro. Y así de lejos !cómo demonios le voy a contar lo qué me pasó? Pues grite, Bartolo, grite. Bartolina, ¿me escucha? !Sí, Bartolo! Pues no vine a visitarla en estos meses porque me levantaron. ¿Se lo cargaron?, o, ¿a poco dijo usted una majadería de esas que salen por la cola! No, mi prietita, me llevaron como en la leva, a punta de chin... y me cargó la... Al cabo es lo mismo. ¿Lo agarró un sismo? En dónde, Bartolo, aquí no se sintió nada. !Le digo que fue un levantón! ¿De qué cabrón me habla? Bartolo, ya empezó con sus palabrotas y eso a mi no me gusta. Qué sorda y terca es, Bartolina, ¿de qué sirve gritar si no se escucha? Hay mucho viento, Bartolo, explíquemelo con señas.
!Ay, Bartolina, qué fácil le es no atender a mi sufrir, al fin y al cabo usted está muy bien arropadita y a los demás que se los lleve La Catrina, una o más veces, da igual. ¿De qué animal me habla? Mejor ahí lo dejamos, prietita, como que bajé del cielo por un accidente, como que aquí no pasa nada, como que... !Pues si sólo habla de tragar y quiere llenar la panza, mejor regrésese a su pueblo! y mientras no me de una explicación con la que yo me quede a gusto, ni se le ocurra aparecerse. Encima de todo se enoja y ahora me echa la culpa. Bartolina, de usted por terminada nuestra relación.  Está bien Bartolo, le acepto la canción como disculpa y acérquese que el aire esta ya muy frío, ya juntitos a lo mejor nos entendemos. 

Debo una disculpa a todos y todas mis amistades por haberme ausentado de las "Letras de Aguaviento". Regresé en cuanto finalicé mi proyecto para compartirles las novedades.
A quienes me acompañaron en la presentación de la novela Entre las armas y la palabra, realizada en el Museo Mural Diego Rivera, les envío mi agradecimiento y un abrazo de corazón a corazón.

Ingresé al salón. Aún estaba vacío. Miré a La Catrina y de inmediato deseé que colocaran mi silla bajo su imponente figura. Así fue. ¿Por qué mi deseo? La novela termina con la sensual visita de la muerte vestida con elegancia. Creo que será mejor que lean la novela.

Fue enorme la satisfacción que sentí al presentar la obra con el magnífico mural a mis espaldas. Más aún por la admiración que siempre he sentido hacia el hombre y su obra, el cual se resume a: Diego Rivera. Sólo el pronunciarlo produce en mí una reverencia.

En esa ocasión tuve el privilegio de ser acompañada por Manuel Jiménez Guzmán, político de sensibilidad exquisita y de inteligencia pre clara, presentó a "mi general" desde su propia vivencia convirtiendo el discurso en magia, en humanismo, en sentimiento. Felipe Galván: maestro, escritor, guionista, crítico puntual quien a través del dominio del lenguaje  nos llevó a  un análisis ocurrente y profundo. Roberto Martínez Garcilazo, escritor, poeta, incansable defensor de la literatura nos ofreció comentarios oportunos, reflexivos.
Tres hombres a los que considero Maestros, Amigos. Tres hombres a quienes ofrezco mi respeto y profunda admiración.

Gracias a todos los colaboradores en el museo. Un lugar que no pueden dejar de visitar.