miércoles, 30 de noviembre de 2011


Debo una disculpa a todos y todas mis amistades por haberme ausentado de las "Letras de Aguaviento". Regresé en cuanto finalicé mi proyecto para compartirles las novedades.
A quienes me acompañaron en la presentación de la novela Entre las armas y la palabra, realizada en el Museo Mural Diego Rivera, les envío mi agradecimiento y un abrazo de corazón a corazón.

Ingresé al salón. Aún estaba vacío. Miré a La Catrina y de inmediato deseé que colocaran mi silla bajo su imponente figura. Así fue. ¿Por qué mi deseo? La novela termina con la sensual visita de la muerte vestida con elegancia. Creo que será mejor que lean la novela.

Fue enorme la satisfacción que sentí al presentar la obra con el magnífico mural a mis espaldas. Más aún por la admiración que siempre he sentido hacia el hombre y su obra, el cual se resume a: Diego Rivera. Sólo el pronunciarlo produce en mí una reverencia.

En esa ocasión tuve el privilegio de ser acompañada por Manuel Jiménez Guzmán, político de sensibilidad exquisita y de inteligencia pre clara, presentó a "mi general" desde su propia vivencia convirtiendo el discurso en magia, en humanismo, en sentimiento. Felipe Galván: maestro, escritor, guionista, crítico puntual quien a través del dominio del lenguaje  nos llevó a  un análisis ocurrente y profundo. Roberto Martínez Garcilazo, escritor, poeta, incansable defensor de la literatura nos ofreció comentarios oportunos, reflexivos.
Tres hombres a los que considero Maestros, Amigos. Tres hombres a quienes ofrezco mi respeto y profunda admiración.

Gracias a todos los colaboradores en el museo. Un lugar que no pueden dejar de visitar.



No hay comentarios: