jueves, 29 de diciembre de 2011

Rutas sagradas en la ciudad de México


Somos testigos de una época de ciclos que se extinguen y otros que nacen con fuerza inusitada. Durante la era de Piscis fue el Himalaya en donde se concentraron las principales energías cósmicas. El 21 de marzo de 1948, al iniciar la era de Acuario, es la Cordillera de los Andes la heredera de ese fluir cósmico el cual se transmite al resto de las montañas del Continente Americano. 
De los siete Nadis o Chakras planetarios, la Madre Tierra posee dos situados en la Cordillera de los Andes, más los correspondientes a México y Perú. Nos unimos al esfuerzo para apoyar la reactivación de la memoria ancestral de Nuestra Madre Tierra y recuperar el vínculo sagrado con nuestra Tonantzin Tlalli. Se anuncia el despertar a una nueva cultura planetaria, amorosa y consciente. 
Los abuelos mayas insisten en la necesidad por despertar la conciencia de toda la humanidad a una nueva sensibilidad, así, novedosas e infinitas posibilidades se abrirán para todos los seres vivientes. Invitan a sumar esfuerzos y tomar la responsabilidad de cambiar nuestro hogar que es la Madre Tierra; ¿cómo?, por medio de una nueva comprensión dirigida a la construcción de una Nación Humana y Universal en la cual las diferencias lleven a la unidad. No es una postura religiosa o política, es un quehacer humano que atañe a todo tipo de ideologías.
Son tiempos de retos y debemos prepararnos para afrontarlos y trabajar por el equilibrio tanto personal-interno como el de nuestro entorno, y sumarnos al esfuerzo mundial por el fortalecimiento del tejido de luz. Una manera es el recorrido consciente de las rutas sagradas existentes en el planeta. Una ruta conocida mundialmente es el Camino de Santiago, de cuya experiencia hablaré en otro momento.
Nos propusimos iniciar el camino siguiendo las señales contadas por los abuelos. La tradición dice que en la antigüedad, los guerreros aztecas se purificaban en los Baños de Moctezuma al iniciar la ruta sagrada que los llevaba a amplificar la consciencia. Llegamos al Bosque de Chapultepec, solicitamos permiso a los guardianes sagrados y caminamos en busca de las señales. Cruzó frente a mí un joven con una camiseta negra, la leyenda con letras blancas decía: “ayúdame a lavar mi consciencia”. Miré a Rafael, él se sonrió, levantó la mano y me indicó que continuara de frente.


Fue al otro lado del Lago Menor en donde por un instante, el sol iluminó un enorme ahuehuete. En el pasado, señales parecidas nos indicaron el lugar o el camino a seguir; regresamos entonces unos pasos y nos dirigimos a ese sitio. En definitiva la geografía sagrada de Chapultepec ha cambiado desde los años del 1500 y encontrar los actuales indicadores implicó un esfuerzo de la atención. Varios ahuehuetes de troncos centenarios nos esperaban: de ahí debíamos partir. Al tomarme la fotografía, mi cinturón quedó apresado en una de las delgadas astillas del tronco, lo agradecí al sentirlo como una señal de aceptación: yo decretaba dejar atrás mi negatividad y la naturaleza, de alguna manera, intentaba retenerme. Realizamos un alto en cada uno de los ahuehuetes y pedí me transmitieran conocimiento. La naturaleza es un libro abierto, sólo debemos aprender a leerla. 


Raíces profundas, 
ramas que sin temor 
se aproximan al cielo. 
Toqué su piel agrietada 
por los miles, quizás 
millones de insectos que 
habitan en ella; se alimentan. 




En la novela de Aguaviento dije que el camino que llevaba al cielo estaba señalado por oyameles. Así ha de ser, me dije, y quizás escoltado por seres ancestrales que con su luz guían a las almas novatas. Continué acariciando los demás gruesos troncos que sobrevivieron a Moctezuma y vivirán más allá de mi efímera existencia terrenal.



Una pareja se besaba; silencio y amor comenzaban a fluir alrededor nuestro



Al encontrar el afluente efectuamos la purificación simbólica. Visualizamos el agua correr como diminutas chispas de luz, por la mente, el corazón y a través de cada rincón de nuestro cuerpo. Cruzamos el puente; fue un momento de reflexión profunda y la transición a un estado de conciencia amplificado surgió en cada uno de nosotros. A partir de ese momento cesó el conteo de la respiración y caminamos vacíos de pensamientos, siguiendo tan sólo el pulso de nuestro corazón aunado al latir de la Madre Tierra.  
Habíamos cruzado la puerta. Los abuelos dicen que existen dos: la vertical lleva a otra dimensión (Mictlán) y Moctezuma Xocoyotzin intentó cruzarla a la llegada de los conquistadores. La puerta horizontal es el inicio de la ruta sagrada que finaliza en el punto central del Zócalo de la ciudad de México.


A la muerte del ahuehuete El Sargento, uno nuevo y más joven, heredó la autoridad de guardián y centro del Bosque Sagrado de Chapultepec. El llamado: El Tlatoani, se encuentra a un lado de una fuente y con el puente que simboliza el tránsito a un espacio de consciencia superior. 
De acuerdo con el ritual Olmeca, continuamos en completo silencio a partir de la Fuente del Quijote. No sólo detuvimos el diálogo externo sino también el fluir de los pensamientos. Una tarea difícil al encontrar cientos de personas en nuestro camino. Changüitos de colores chillantes a manera de sombreros, niños sobre los hombros de sus padres, marchantes, formas, colores, voces en amalgama perfecta conspiraban en su intento por convertir mi máquina mental en un pandemónium. Debimos evadir las distracciones visuales, cerrar la audición a los sonidos. Recurrí a las estrategias empleadas en las caminatas de poder en el Monte del Olimpo y otras montañas sagradas, clavé la mirada en las lozas del piso e inicié la marcha lenta llevando mi atención a la sensación en las plantas de los pies y a la parte superior de la cabeza.

Fuente del Quijote realizada por Fernández Urbina.
El rostro del Quijote está representado por Salvador Dalí y el de Sacho Panza por Diego Rivera.
Las actuales esculturas son copias de las originales que fueron robadas 

Al llegar a la Avenida Reforma iniciamos la tarea de enviar amor a todos los seres que encontramos a nuestro paso, a los que se viven más allá de nuestra percepción. Pensé desde mi corazón y con infinito amor en mi familia. Tomamos la Avenida Juárez, luego la Cinco de Mayo. Realizamos varios altos durante el trayecto, siempre con la atención localizada en un punto de nuestro cuerpo.
Me fue imposible seguir con mi humilde cámara fotográfica al joven que filmaba al abanderado,
 quien protestaba por algo

El zócalo rebosaba de colorido, luz, sonidos. Lo primero que vi fue a los danzantes. Un recordatorio de que estábamos a punto de concluir la caminata. Sentía el tiempo fluir de una manera diferente al resto de las miles de personas que se arremolinaban en el lugar, también mi espacio parecía ser otro, como si una invisible cápsula me rodeara. 

Anécdota para deleite de mis familiares y amigos españoles
Rafael sugirió entrar a la Catedral pues en la herrería del coro, realizada con cierto tipo de aleaciones que permiten amplificar las ondas sonoras produciendo vibraciones especiales, encontraríamos un tipo de estímulo sutil que nos apoyaría en el final del recorrido. Al entrar, el estado de quietud se perdió por unos momentos, pude sentir con claridad el dolor y la tristeza contenidas ahí adentro. Una Catedral oscura, fría; una copia de la Catedral de Puebla. Las ondulaciones del piso me hicieron sentir mareo, los pensamientos acudieron y el temor a enfrentar un temblor, ahí dentro, me desequilibró. Por fortuna, en cuanto salimos, recuperé el silencio interno.


Me emocionó llegar al centro del zócalo y ver ondear la bandera; un águila orgullosa con mensaje de unidad respondía a las caricias del viento. Se agolparon en mi cabeza datos y datos provenientes de fuentes históricas, pero aún así, mi corazón permaneció inmutable, tan vacío y tan lleno. Tan silencioso y al mismo tiempo repleto de melodías.

Despertar como una manera de sentirme tan finita y tan infinita; saberme un delgado nudo en la red que conforma el cosmos. Ciudadana del mundo, de los mundos; habitante en las diversas dimensiones y al final indispensable y prescindible ser del universo. Ser todo y a la vez la nada. Y como soy yo, eres tú. Y puedo verme en ti y quererte y respetarte como lo hago conmigo. (Me responsabilizo de estas reflexiones).


Comimos en el Café Tacuba, uno de mis preferidos. Al regresar al departamento de César Daniel, me senté a escribir  la experiencia. Aún me falta mucho por andar y descubrir; una pregunta me asalta: ¿tendré el tiempo suficiente? Al menos hoy descubrí que el límite no es la muerte.

1 comentario:

Anónimo dijo...

nine hola tu post me a interesado me gustaria platicar con tigo algunas cosas acerca de lo que viste mi correo es solnocturno_1@hotmail.com