martes, 17 de julio de 2012

Homenaje a José Guadalupe Posada


¿Pues qué traes, Bartolo, que vienes arrastrando la cobija? No puedo más, Bartolina, ahora sí que me siento muerto; mis compadres y yo anduvimos y anduvimos y anduvimos. 

De José Guadalupe Posada. 
¿Pues a dónde fueron? A visitar a los 50 millones 300 mil almas que votaron; pocas más, pocas menos; tumba por tumba, nicho por nicho, hasta preguntamos en las fosas comunes y en las clandestinas. ¿Y? Pues no cuadran las cuentas, Bartolina, no cuadran. O unos se murieron antes o después de la votación, o a Cuquita la de Puebla la bolsearon. El Jelipe ya se echó sus copitas y nada que nos abrió la puerta de su casa; los vecinos dicen que está preparando el itacate; Bartolina, se nos va el Jelipe sin entregar las cuentas claras. ¿A poco ya se lo lleva diosito al cielo? No, Bartolina, se va solito, mejor dicho por voluntad propia a la fuerza, acompañado por los 60 000 muertitos que lleva encima. Hasta dicen que se lleva la bandera. ¿A poco arrea hasta con la servidumbre? No Bartolina, dije: "ban-de-ra". La que mandamos a hacer con las viejitas bordadoras. 

Bueno está, Bartolo, ¡un muerto tropezando con sus muertitos! La Catrina andará contenta detrás de él, o él soñará todas las noches con ella… 
La Catrina
Mi morena, me da igual, el problema es a quién le pedimos las cuentas, después de todo, él es el que sabe bien del trinquete. 



Ya sé Bartolo, me puse avispa como me dijiste y amarré lacitos de aquí y de allá; ni una araña panteonera habría podido tejer tal maraña de telaraña y echarla a perder al último. Mi chiquita, pero si hasta poeta te estás volviendo. Párale Bartolo y saca la mano de mi blusa, estas dos sólo las tocarás después de la bendición. Cuál bendición, mi chula, si tu ungido también está dentro del trinquete. ¡Blasfemias en la puerta de mi casa no, Bartolo!, mejor entra, en este pueblo hasta las piedras tienen orejas. ¿Y ese altar?, diez, quince… ¡y ahora!, ¿de cuando acá prende usted tantas veladoras? Desde que entendí, Bartolo, ya se me hacía a mí que tan polveada y arregladita no podía estar el esqueletito de la Chepa cuando se dio por vencida, madrugándole a los encargados de hacer las cuentas; estarás de acuerdo que no se pueden tronar los cuetes antes de que la virgen pase por las manos del señor. 




Pero que re chula se ve usted cuando tuerce la boquita. Déjeme seguir, Bartolo; luego dijeron los señores de las cuentas, que un poquito por aquí y otro por allá era suficiente para decir que la señorita estaba preñada, o más claro, Bartolo, el gallito copetón era el ganador. A ver, a ver, ahora soy yo el que me perdí: ¿la señorita preñada era el gallito copetón?, o  mejor dicho ¿el gallito ganador preñó a la señora? ¿O la señora dueña del gallito copetón le ganó a la que preñó…?, mi chula, no se enoje, le va a hacer daño, sólo juego con las ideas, por algo me dicen que soy contemporáneo, porque narro lo que vivo, o lo que viví o lo que pretendo vivir desde este purgatorio. ¡Bartolo, me hace cosquillas en la nuca!, esto es como lo de la puntita… ¿A quién quieren engañar? De que hablas, Bartolina, jamás te mentiría. Me refiero a los de las cuentas; pero ya verás, nos vamos a poner de acuerdo y se van a quedar sin ir al baile, así como los de las pluris;  nos cuesta mucho alimentar esas panzas sin fondo para que salgan con sus tonterías; ¿tengo o no razón? 
Usted siempre tiene la razón, mi prietita, no es justo que bien guapas e ilusionadas fueran todas a tachar los papelitos y ni caso les hicieran. Así es, Bartolo, y estos mendigos contaron por encimita. Bartolina, dirás méndigos. No, pues, Bartolo, mendigos porque estiran y estiran la mano con el pretexto de cuidar la voluntad de los ciudadanos. Ya, Bartolina, me queda claro, ¿Y? Todo estaba preparado, Bartolo, pues el Jelipe también se saltó las formalidades, como si le pisara la cola el chamuco; ¿te acuerdas cuando nos dio su mensaje?, ¿viste sus maneras tan estudiadas, como movía los ojos y entonaba las palabras? Tranquilo el hombre, como si felicitara a las madres por haber perdido a un hijo, así, Bartolo, incongruente e irrespetuoso hacia todos nosotros; ¿dije bien incongruente? También yo aprendo palabras elegantes como ignominia, improcedente, incierto, bueno, apenas voy en la "i". Bartolo, no me quiero quedar atrás de ti. Mi chula, jamás estarás detrás, si tu quisieras te dejaría encima… Ya, Bartolo, el tema es serio. ¡Pero claro que es serio, mi preciosa, ¡cómo la quiero! 
Párale Bartolo, mejor dime tu opinión. Pues pienso que aunque algunos se atrevan a pedir el indulto, después de la cogida que nos propinó, se aguantará con la estocada y por mí, que le corten las orejas y el rabo y se lo entreguen al gallito copetón y a la gallina; será la última fiesta brava que tengan en esa granja, porque a los que no nos gustan los festines de ese tipo, nos dedicaremos a organizar otras ferias más populares y decentes. Mi Bartolo, cuídeseme mucho porque no sé que haría sin usted. Mejor sea contemporánea, Bartolina, y piense que haría en este momento conmigo… 
(Más o menos así luce nuestro buen Bartolo en esos apartados lugares de Zonzonique, un lugar muy, pero muy allá, en dónde  todo es posible y poco probable. Nosotros, en nuestro aquí contemporáneo, lo miramos de otra manera, encarnado y brioso).

Bartolina, Bartolo, los compadres y yo (María Sanz), agradecemos a nuestros fieles lectores a quienes ya les agarramos cariño. Para ustedes es la siguiente ilustración; perdonen, pero cuando por fin conseguí una cámara, los compadritos se encontraban en un receso y con un poquito de exceso. Ya se imaginarán, las cosas en este purgatorio amenazan en convertirse en un infiernillo, no al estilo Dante sino más bien parecido a nuestro respetado Mictlán.


Salud, prosperidad y paz que es lo que buscamos y merecemos.

El voto de los penitentes


Yo creí que ya lo habían levantado los zopilotes. Cómo cree, Bartolina de mi alma, nada de eso, anduve bien atareado, no se imagina lo enorme que es el purgatorio. Y puedo saber ¿por qué? Pues con eso de la revolución, ya lo sabe, preciosa, no se haga. Primero me aventé tres meses del otro lado; viera como son de apetitosas esas almas del más allá del norte… se quieren tragar todo y les dije que no, otra vez venderme al diablo, después de los trabajos que me costó salir del infierno… Buscábamos consejo con la intención de armar bien nuestra revolución, no ser sus lame botas. Y a mi qué me va o me viene, pues, el caso es que me dejó abandonada y eso es lo que me importa; ya hasta estuve tentada a buscarme otro hombre… No sea así, mi Bartolina chula. Y el demás tiempo qué, Bartolo, ¿no le rezaron y se me chiqueó


Pero mi chula, si anduve bien ocupado con los compadritos. ¿Con quiénes, Bartolo? ¿Los de la Panza Rellena de Inmundicias…? No me diga que con los de la Poca Abuela Materna… Tranquila morena, nosotros tenemos nuestro propio grupo y somos hartos, más de 132, casi, casi le digo que todas las almas estamos, casi, casi unidas; este purgatorio ya no debe seguir así; ya tenemos un montón de ideas, muchos hasta comenzaron sus proyectos en este desmoche de lugar y pues, estamos rete ilusionados. 


Y a mí qué, Bartolo, usted me dejó solita y bien calientita. Ya pues, mi chula, por eso vine un ratito. ¿Un ratito? Bueno, pues, mi florecita de panteón, un ratote. ¿A poco se tiene que regresar, Bartolo? Pues sí, porque los trancazos están duros, fíjese que anduvieron repartiendo boletitos para el cielo y eso usted sabe que sólo se gana con el propio trabajo, digno e intenso; a otros les prometieron que los ángeles los llevarían al mismito trono del “señor de las maravillas” y pues se nos confundieron muchas almas. Ájale, ya habla usted como político. Ni Dios lo quiera, esos nada más echan fuera las palabras que queremos escuchar, pero están más vacías que el pozo del compadre Pánfilo. 


(Este señor es Pánfilo. Una noche de copas les dijo: "les apuesto un ojo a que encuentro agua en el pozo. Como podrán observar, fracasó en el intento)


Bartolo, a mi me duele harto que se aprovechen de la buena voluntad y las ganas de todos nosotros de convertir este lugar en el paraíso. Mi Bartolina, ya habla usted con propiedad, como si hubiera ido a la escuela. ¿Pues qué cree que hice mientras usted me abandonó? Venga, acérquese, hoy vine bien bañadito y perfumado... ¿Para ganar mis votos? 


No chula, lo que me gustaría es ganarle a usted otra cosita. Arrímese, empalagoso y siga contándome. Viera, Bartolina, también se madrugaron a los miedosos, esos que ya tiene un kilo y no quieren arriesgar ni un frijolito. ¿Y cómo le hicieron para envolveros como tamales y no se dieran cuenta de la verdad? Pues los panzones, que son muchos y viejos gallos, pusieron al frente a un gallito copetón con muy buen plumaje; ya sabe, Bartolina, para que le apostaran los que no saben de peleas. ¿El gallito de la granja de animales del pelón y la maestra? Así podríamos resumirlo, Bartolina, el caso es que lo engordaron y engordaron por varios años y como le hacía falta una compañera vistosa o mejor dicho, muy vista, le eligieron una gaviota… ¿Gaviota? Bueno, gallina, para que me entiendas; ¿por dónde iba? Con la gallina, Bartolo. Sí, pues, con la gallina que ya hasta se come sus propios huevos porque la tienen bien picoteada, bueno, esa es otra historia que no viene ahora al caso; tan llamativos son, que muchas almas se sintieron en palenque catrín y les apostaron. 


Cúchale, Bartolo, a ver si no se les suelta el gallito en cuanto le pongan las navajas y arrea con todos, hasta con nosotros. Así es, Bartolina, muchos lo sabíamos pero cuando nos tocó ir a votar pasó de todo; como yo ya sé leer y hacer numeritos, pues 2 más 1 no dieron 3 y eso fue porque otros sumaron y restaron como se les antojó. ¡Vamos, Bartolo, ni porque estamos en el purgatorio aprenden a ser derechos! Bartolina, entiende, si son legales se les acaba el privilegio. Sus palabritas nuevas me confunden, mejor dígame, Bartolo, ¿quién ganó? ¡Pues eso mero queremos saber! Quién ganó pero con ley; pedimos ver las cuentas y ya nos hartamos de los cuentos. Bartolo, a mí no me vuelven a sentar en la nopalera, ni me van a mandar a parir chayotes, ni ninguna gallina o gaviota me va cagar encima, si las almas vendidas siguen con chanchullos, yo también le entro a los trancazos. Tranquila, mi potranca, justo eso es lo que no queremos, por algo diosito nos dio lengua e inteligencia; buscamos diálogo y respeto. Pues si no son trancazos entonces me aviento a las mentadas de madre. Calma, mi chula, tampoco buscamos arreglarlo a gritos y sombrerazos. ¿Entonces? Mira, bonita, ya los papelitos de la elección están enlodados, entonces queremos otra vez dar nuestro voto y que se cuenten bien. ¿Pues quienes hicieron las sumas, Bartolo? ¿Las de verdad o las de mentiras? Otra vez ya me hiciste bolas el atole, Bartolito. Mi chula, muchos quieren ir rapidito al cielo y sin ningún esfuerzo, los que están atrás de los panzones y los de las abuelas, les sueltan un puñadito de maíz y pues se venden, pero no saben que “esos”, los que cucharean en la granja, son chinches de canes mayores. Más me enredas, Bartolo. ¡Entiende Bartolina, hay una bola de cabritos allá arriba…! Ya, pues, desde que aprendió usted a leer y le da por las metáforas granjeras, no entiendo nada. Pues más vale que se aplique, prietita linda, porque o nos ponemos todos avispas, o nos almuerzan los chichicuilotes de barranca, por no decir que nos llevará el de los cuernos a tostarnos en carbón. Dirá usted, Bartolo, que el cabrón nos arrojará a la tiznada. Esa boquita tan sabrosa, que palabrotas es capaz de decir, por eso me encanta, por inteligente y bonita; hasta me dan ganas de apretujarla junto a mi corazón. ¡Párele, Bartolo, “eso”, no es su corazón! ¡Ándele, prietita, nada más la puntita. Esa mentira mexicana ya no me la creo; ¡Bartolo, suélteme o le tuerzo los bigotes. ¿Torcidos?, pero si me los tiene bien untados en manteca, como el pelón, los del teatrito y la maestra, a muchas almas penitentes…








lunes, 16 de julio de 2012

Preámbulo


Mi chula, no viene a visitarla porque ando ocupado, como ya sabe, ayudo a mis compadritos con su revolución. ¡Bartolo!, ¿a poco piensan desempolvar los cañones…?; ya sé, no me diga, a sus compadres apenas les quedan pistolitas… 

Con respeto, Bartolina, el que usted traiga el fusil y las carrilleras bien fajadas sobre esas formas tan femeninas, no desmerece las armas que puedan portar mis compadritos. Pues como lo veo, mi apreciado Bartolo, si se les disparan en lugares inapropiados, no necesitaremos regresar al infierno para saber de qué se tratará su mentada revolución. 


Por qué tan pesimista mi chatita linda, queremos entretenernos un poquito y ver si mejoramos de una buena vez este purgatorio tan olvidado por diosito y sus encargados, al fin que ya estamos todos en la olla y poco perdemos si nos arriesgamos. Bartolo, corrija: estamos en la caja los más favorecidos y otros en fosas clandestinas, pero aún así conservamos la dignidad y la paz, yo no quiero otra revolución aunque sea para pasar el rato. ¿Se imagina? Más bien: ¿se acuerda? Me niego a que mis huesitos terminen  otra vez entre los colmillos de algún perro por andar de revoltosos y aventados; bastante les costó a mis hermanitos andarlos recogiendo por entre las piedras del río. ¡Mejor se organizan usted y sus compadres y trabajan de verdad! 


En eso estamos, chata, en eso estamos; verá, pues, nos dimos cuenta que no podemos seguir acalambrados como si el cielo no fuera también para nosotros. Entienda, morenita, queremos evitar que nos lleve el patas de cabra, por no decir el cabrón que mete las patas... A ver, Bartolo, ¿ya se le olvidaron los muertos de la Revolución? ¿Van a encender infiernitos en el purgatorio? Nosotros no, Bartolina, por eso se va a organizar una votación muy bien vigilada. ¿Y usted aún cree en eso? Pues, sí, Bartolina; ya verá mi chula, si ganamos, el campo se va a vestir de maíz, de trigo, de sorgo, de verduras, de ríos limpios, de frutales… ¡Y comeremos bien y pasearemos y viviremos en casitas con techo de tejas, y… ¡Bartolo! Sí, mi corazón. ¡Deje de jugar con los botones de mi blusa y despierte! En eso estamos, Bartolina, mis compadres y yo estamos abriendo los ojos y los oídos... Pues “eso” que ya también se despertó y hasta se estiró, me lo pone otra vez a dormir, porque mis virtudes valen más que su revolución.