sábado, 23 de noviembre de 2013

Corazón Arrebatado


“Corazón arrebatado” Novela sobre la vida y milagros de Catharina de San Juan, la China Poblana”, es el título del libro escrito por dos entrañables amigas: Martha Porras de Hidalgo y María Alejandra Domínguez Sánchez, publicado por la Editorial Porrúa.
Las autoras me honraron al invitarme a presentar la obra en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, México, el próximo 2 de diciembre de este año 2013. Desafortunadamente (palabra larga, tanto como mi desencanto al no poder asistir), no me será posible acompañarlas y les comparto esta exposición en la intimidad de la red. 
Dirigiré ahora mis libres asociaciones al contenido; lo escrito, lo faltante, lo intangible. Lo haré en desorden, tal y como nos aproximamos a un bufet en donde todo nos despierta el apetito. En Corazón arrebatado, la historia y la manera de escribirla son un manjar para todo tipo de paladares.
Inicio la degustación con el título que describe el sentir de la China Poblana (me permito llamarle así), porque en un éxtasis espiritual su corazón quedó atado a propósitos divinos. Y también creo que arrebató el corazón de las escritoras puesto que se atrevieron a deshacer, por centurias, lo tejido en el imaginario nacional. 
Se combinó la historia con la imaginación de las autoras, al igual que los sabores de los diferentes chiles, chocolate y especies, del mole poblano, servido en un plato de talavera.
Catharina de San Juan, oriunda de la India del gran Mogor, llegó a tierras novohispanas en la segunda década del siglo XVII, cuando aún era una niña. “Puebla seguía siendo una pila de agua bendita en donde iban a rezar las almas”(cito a las autoras), y nuestra pequeña China Poblana se zambulló en ella. Aún palpitaban en su mente los recuerdos de la persecución de los mogoles en Delhi; de los vestidos adornados con cuentas de cristal que su madre le confeccionaba; de la cueva repleta de víboras en donde se escondió para escapar de un matrimonio acordado; de la travesía en el barco comandado por  piratas. “Ese tallo de jazmín pequeño que en cualquier momento puede ser deshojado, incluso con el soplo del viento. ¿Le importaría yo a alguien, entonces? ¿Me reconocerían mis padres si me vieran así, tan acabada, tan humilde, otra?” (cito a las autoras)

En algún lugar en Asia, los jesuitas la bautizaron como Catharina de San Juan, “su nombre anterior no interesaba” (cito a las autoras), como tampoco les interesó a quienes la conocieron, lo que dentro de su alma bullía. Sólo su confesor, el padre Alonso Ramos, la escuchó, guió sus piadosos o fanáticos pasos, en la dirección correcta, la del deber católico. El clérigo documentó las pláticas llegando así la información, más de trescientos años después, hasta las manos de una de nuestras autoras: Martha Porras de Hidalgo.
Interrumpo aquí para apuntar que hasta la publicación de Corazón arrebatado, la mayoría de poblanos (y compatriotas) estábamos seguros que nuestro personaje era una china envuelta con una vistosa falda. Esta es una muestra de los muchos errores que han trascendido generaciones desvirtuando la verdadera esencia de la China Poblana, quién no fue China sino nacida en la India; una virtuosa representante de un linaje noble que vio escindidas sus raíces, adoptando por la fuerza un nombre que nada tenía que ver con su origen.
Las autoras nos señalan como nuestra entrañable China Poblana fue capaz de amar al prójimo mucho más que a sí misma; defendió las virtudes a costa de su vida; fue capaz de manejar la alquimia en la cocina; de “ver” lo que otros ojos eran incapaces de percibir y, quizás, la decisión más valiosa de su vida fue la de advertir y con ello salvar la vida de uno de los hombres ilustres de nuestra querida Puebla de los Ángeles: el Obispo Juan de Palafox y Mendoza.
Escuchemos las voces de las autoras: “Tendría que internarme en las calles, como en un laberinto andar descalza entre piedras agudas que rompen la piel y queman el corazón y quizás descubriría que los míos han muerto de dolor esperando con los ojos puestos en el mar a que vuelva. ¿Cuántas veces en sueños no he regresado hasta ellos? ¿En cuántas noches no he llegado hasta el huerto de naranjos de mis amados padres?”

Corazón arrebatado también nos recuerda la época en la que los viajes del Galeón de Manila o La Nao de China, fueron decisivas en la economía novohispana por el intenso intercambio de mercancías entre Oriente y México. Cientos de familias se reunían en el puerto de Acapulco o en el de Las Peñas (hoy Puerto Vallarta), para ver la llegada de las imponentes naves españolas que cruzaban el océano Pacífico y traían desde Manila, las exóticas mercancías. Sedas, porcelanas, especies y esclavos. Un detalle que ignoramos o deseamos no conocer: el tráfico de esclavos entre las pudientes familias, en la sociedad novohispana, que aún se sumergían en la pila de agua bendita para ahogar ahí sus faltas. Fue hasta la guerra de la Independencia cuando la Nao de China suspendió sus viajes.

Alejandra y Martha, entre metáforas y símiles, aportan información valiosa, tangible. Nos regalan su sensibilidad como escritoras y lo faltante, como apunté al inicio, lo diré sin temor a equivocarme. Falta señalar el entusiasmo, el amor por Puebla, la investigación seria y comprometida de dos valiosas amigas y escritoras.

A Corazón Arrebatado le precede la novela de Carmen Serdán; ambas deben ser leídas por quienes gustan de llevar a la boca del intelecto y del alma, un platillo exquisito.

Enhorabuena por el éxito y las acompaño aún en mi ausencia. Ma. Eugenia Bear Sanz  

lunes, 28 de octubre de 2013

Letras de Aguaviento de María Eugenia Bear Sanz: Día de muertos

Letras de Aguaviento de María Eugenia Bear Sanz: Día de muertos

Día de muertos


Diego Rivera
Sueño de una tarde dominical en la alameda 
Nos apropiamos del día de muertos. Cada cultura lo intenta. Pero el evocarlos y los diversos ritos que acompañan esas memorias se encuentran prácticamente en todo el planeta. Unos visten ese día con colorido, otros con luces, otros con cantos y pocos con luto. Pero todos intentan mantenerlos con vida a través de los recuerdos.
En México se ha convertido en una festividad, así lo demostramos porque pensamos que nuestros seres queridos se encuentran ya en un mundo mejor, y regresan por unas horas a recordar quiénes fueron durante el tiempo que permanecieron con nosotros.

Cada cultura se enriquece con aquellas con las que mantiene relación. En nuestro país incorporamos ya el jalowin, me tomo la libertad de castellanizar a mi antojo la palabra, puesto que anidó ya en nuestras costumbres. Los niños y los adultos se disfrazan de brujas, aparecidos, calabazas y calaveritas. Las calacas de amaranto o dulce y las flores de cempazuchitl se entrelazan con los espantapájaros y las brujas. El color naranja tiene aroma a fiesta.
Eso somos en el presente y nada es mejor que el presente, porque en él vivimos.

A medida que pasa el tiempo se incorporan nuevos elementos y pensamientos acerca del significado de la vida y los misterios de la muerte.
Mientras no me toque, me enfríe, me transforme y me lleve, continuaré frente a la hoja en blanco de mi ordenador, escribiendo acerca del mismo tema que ha ocupado a la humanidad desde que logró picar piedra, esculpir madera y arar la tierra: Eros y Thanatos. Continuaré agradecida a las enseñanzas del patriarca que recién partió.
Así termino hoy, con calaveritas literarias, con fotografías, preparativos y la esperanza de que hoy por la noche no toque a mi puerta la flaca, por habérmele enfrentado aquella tarde de septiembre… 
Foto: Gob. de Aguascalientes

                      



                      Muy quietecita la Cartina estaba
                       muy relamida y acicalada,
                       frente a ella pasé sin miedo
                       y…
                       chocó los dientes mientras exclamaba
                       “a esta escritora aún no le tocaba”








 J.G. Posadas
                                         A Bosque de Águilas llegó, arrastrando los huesitos
                                         bajo el ahuehuete se cobijó, maquillándose los ojitos.
                                         A Rafael no lo engaña, ni aunque le susurre canciones
                                         las canas no son de gratis, ni tampoco las meditaciones.
                                         Mucho tendrá que esperar, esperemos que para siempre
                                         porque las águilas vuelan alto más allá del oriente o el poniente.


Hay que ver cómo la flaca se me arrima y se me arrima
pero todavía no es tiempo de que sea mía,
aún me gustan las gorditas, repelonas y parlanchinas
mucho tiempo tendré luego para huesudas, pelonas y entremetidas

Dedicada a Los muertos de mi vida, los que llevo en el corazón, viven a través de mi sangre. 

martes, 10 de septiembre de 2013

The "Brothers of Foot" Stars on earth



From the Hacienda de Santo Domingo Atlapaleca
The "Brothers of Foot"  Stars on earth 

At the center of the universe and in the direction of the east, lived the guardian of that side of the cosmos. Tired after having spent centuries watching planets appear and explode converted into tiny particles, fell asleep. When he finally awoke, he noticed that they had changed the tones of that distant sphere, illuminated by the suns. Arose from the chiaroscuro, wearing nebulae in all imaginable shades of blue. Stunned, the guardian  discovered huge beings dressed, mostly, in emerald color.
"They are the “Brothers in Foot”, the trees. They were created to take care of Mother Earth, that has hundreds of names: Gaia, Pachamama, Coatlicue, Tonantzin, Terra, Danu, Geb, Mapu, Iriria, Umani, Nuke, Mahimata", told the guardian of the south side. For each tree, a star is born, and  for each star, a tree is deposited on Earth, thus maintaining the balance in the universe. "
The guardian of the east, approached to them his wind hand, and softly moved them.
He let dropped the rain, and bathed them.
He played until all them laughed .
Soon, the laughter arrived to: "the being who is near, beside and around of all things: the Tloque Nahuaque, also called: Moyocoyani, (the  who created himself).
By listening the laughter of the "Brothers in Foot", the Tloque Nahuaque, owner of the five world ages, and the five suns, decided it was time to planting, of the human beings. 

Fragment from: "Roots of Fire" by Maria Eugenia Bear Sanz

jueves, 5 de septiembre de 2013

Documento a la antigua: degustando las caricias de Aguaviento



En una entrevista reciente, nos hicieron la pregunta de cómo documentábamos las novelas. Surgieron dos criterios: la otra escritora comentó que ella no tenía inconveniente en buscar la información en la red, puesto que en ocasiones escribía acerca de lugares que le sería imposible visitar. Agregó que consideraba que la imaginación del escritor complementaba las sensaciones e imágenes.
Expresé que yo hago mi labor de ratón, pero de biblioteca, y hurgo en libros, revistas y archivos; me apoyo en entrevistas y un registro fotográfico. Un poco a la antigua. Por supuesto que también investigo en las publicaciones de la red, dejándolas en la última opción.

De la investigación en España
de la primera parte de la novela
 Al parecer mi comentario no satisfizo al resto de integrantes de la mesa de honor, algo que no me interesa puesto que considero que cada escritor tiene su propio sistema para documentar, además de estimular el proceso creativo de diversas formas. Jamás me saltaría el placer de rozar con las manos los muros centenarios, de absorber el aroma a yerba fresca, único en cada lugar; de encontrar en el medio de los legajos indescifrables un nombre... 




Documento del año 1500 y las llaves del Arca de las Tres Llaves
(Abándames, Principado de Asturias)
Bien, el preámbulo obedece a la visita a la hacienda de Santo Domingo Atlapaleca, en el municipio de Libres, en el estado de Puebla, México —por cierto, de ella no se encuentra ninguna información en la red—. En estos meses documento para la segunda parte de la novela que escribo. En respuesta a quienes gustan de caminar poco a poco y documentar a la antigua, les comparto los lugares, sensaciones y magia con la que me encuentro en este proceso.
Nos citamos con Margarita, Rubén y Luis Adrián Carmona, de la hacienda de San Roque, en Tepeyahualco, lugar en donde nació la novela de Los muertos de mi vida. Ellos nos llevarían a la vecina hacienda de Atlapaleca, con don Carlos G.
 En el campo, la medición del tiempo, incluso creo que su tránsito, es  diferente, porque obedece a situaciones poco frecuentes para quienes habitan en la ciudad. El retraso, en este día, se debió a un entierro y a que Luis Adrián cuidaba la porqueriza.
En respeto a la marrana parturienta, decidí hacer una foto
a la prolífera vecina
Mientras esperábamos a que pariera la marrana, bebimos una cerveza y caminamos por lo que antaño había sido cárcel, cuartel y hospital. 

En la novela refiero la anécdota de aquel batallón que fue auxiliado y por temor a que los zapatistas descubrieran que escondían a constitucionalistas, en la hacienda de San Roque, los encerraron en ese recinto. Poco a poco murieron pero sus almas quedaron ahí atrapadas. Fue por medio de una vidente que obtuvimos las sorprendentes informaciones que coincidían con los datos históricos y Margarita logró liberar sus atribulados espíritus, o al menos eso pensamos. 

Portón original


No les cuento más, lean la novela, pero lo que sí les comparto son las fotografías de ese espacio. Imagínenlo techado, con troneras que dejaban pasar leves rayitos de luz, la humedad y el frío característico de esa maravillosa zona poblana de Tepeyahualco. 


Por cierto, Rafael hizo gran amistad con el “Siete Muertes”, el cariñoso novillo de lengua rasposa; “como todas las vacas y toros”, me dijeron, pero para mí fue la primera vez que un novillo me relamía a su antojo.

Detalle del horno de ladrillos


El horno
 La marrana continuaba con los cerditos atorados, por más que Luis Adrián se esforzaba en hacerla parir. Decidimos darle un poco más de tiempo y nos dimos una vuelta por el antiguo horno de ladrillos, en donde se cocieron todos los empleados en la construcción de San Roque. Un lugar maravilloso en el cual paseaban los borregos, ajenos a nuestra presencia.
El casi primerizo “veterinario”, debió quedarse con la puerquita valiente. Nos dirigimos a Atlapaleca con Margarita y Rubén. Nos esperaba don Carlos acompañado por su amigo Juan.

El cerro sin nombre, el llamado de Atlapaleca, se cubre con cientos de nopaleras y se sitúa a un costado de la hacienda; la esconde, la resguarda. El verde fulguraba debido a la fina lluvia. Los aromas desprendidos se mezclaban con el de la tierra, roja, suave. Luego me enteré que justo eso significa Atlapaleca: Atl, agua y tlapalli, pintura. Sería el lugar de agua rojiza coloreada por la tierra.
Fachada exterior de Santo Domingo Alapaleca
"En la estancia que llaman de Atlepalepan siendo Domingo Muñoz el propietario… Su esposa Beatriz González... “ Son los primeros datos de propiedad y se remontan el 4 de abril de 1593. Luego las tierras fueron encomendadas al capitán don Antonio de Córdova en 1640. 
Carlos ha preservado la información y con ella datos valiosos que nos acercan al estilo de vida de aquellos remotos tiempos de la Colonia, durante la Independencia, la Reforma, la Revolución y hasta el presente. Pocas haciendas cuentan con la información detallada contenida en testamentos, libros de raya, recibos, cartas, pinturas, fotografías, y hasta el nostálgico tocadiscos localizado en el comedor. Como bien comentó Carlos: "recorrer la hacienda es un viaje por el tiempo". Agregaría: por muchos tiempos, muchos recuerdos y sobradas nostalgias.
Y escuchar a Los Panchos, en un disco de 33
revoluciones,  no tiene precio
Me encuentro en la búsqueda de los personajes para esta segunda parte de la novela. Al menos quedan claros dos de ellos: la mujer de uno de los sirvientes y don Juan de Mier y Villar, último ejecutor del Santo Oficio y tío de fray Servando Teresa de Mier, a quien Julito —mi amigo historiador— y yo, llamamos el “Tiu Juan”, con cariño y respeto.
Si alguna vez se preguntaron si existían las
lavadoras en 1900, aquí está la respuesta

El reflejo del pasado en la ventana

Detalle del salón
Durante la Revolución, el muro principal sirvió
como paredón de fusilamiento 

Vista general desde la habitación, al fondo,
el salón principal
Agradecemos la hospitalidad y la deliciosa comida que Carlos nos ofreció. La inigualable compañía de Juan R. Día de charlas y de llenarnos de imágenes hermosas, bajo la tupida lluvia. 
Admiro el amor y pasión que Carlos tiene por la historia de Atlapaleca. Gracias a esa entrega a la Tierra en la que han vivido, se han podido conservar los datos desde la fundación de la hacienda hasta la fecha. Las preguntas obligadas, al caminar por los espacios, giran alrededor de quienes la habitaron, sus ansias, los secretos, los sueños. Algunos no han podido alejarse de Atlapaleca y aún rondan por la casa. Se manifiestan y nos despiertan más preguntas de las que quisiéramos formularnos. Pero esas historias las dejo para la novela y será mi señor Ejecutor del Santo Oficio, el tiu Juan, quién deba darnos las respuestas…

Continuará…