martes, 10 de septiembre de 2013

The "Brothers of Foot" Stars on earth



From the Hacienda de Santo Domingo Atlapaleca
The "Brothers of Foot"  Stars on earth 

At the center of the universe and in the direction of the east, lived the guardian of that side of the cosmos. Tired after having spent centuries watching planets appear and explode converted into tiny particles, fell asleep. When he finally awoke, he noticed that they had changed the tones of that distant sphere, illuminated by the suns. Arose from the chiaroscuro, wearing nebulae in all imaginable shades of blue. Stunned, the guardian  discovered huge beings dressed, mostly, in emerald color.
"They are the “Brothers in Foot”, the trees. They were created to take care of Mother Earth, that has hundreds of names: Gaia, Pachamama, Coatlicue, Tonantzin, Terra, Danu, Geb, Mapu, Iriria, Umani, Nuke, Mahimata", told the guardian of the south side. For each tree, a star is born, and  for each star, a tree is deposited on Earth, thus maintaining the balance in the universe. "
The guardian of the east, approached to them his wind hand, and softly moved them.
He let dropped the rain, and bathed them.
He played until all them laughed .
Soon, the laughter arrived to: "the being who is near, beside and around of all things: the Tloque Nahuaque, also called: Moyocoyani, (the  who created himself).
By listening the laughter of the "Brothers in Foot", the Tloque Nahuaque, owner of the five world ages, and the five suns, decided it was time to planting, of the human beings. 

Fragment from: "Roots of Fire" by Maria Eugenia Bear Sanz

jueves, 5 de septiembre de 2013

Documento a la antigua: degustando las caricias de Aguaviento



En una entrevista reciente, nos hicieron la pregunta de cómo documentábamos las novelas. Surgieron dos criterios: la otra escritora comentó que ella no tenía inconveniente en buscar la información en la red, puesto que en ocasiones escribía acerca de lugares que le sería imposible visitar. Agregó que consideraba que la imaginación del escritor complementaba las sensaciones e imágenes.
Expresé que yo hago mi labor de ratón, pero de biblioteca, y hurgo en libros, revistas y archivos; me apoyo en entrevistas y un registro fotográfico. Un poco a la antigua. Por supuesto que también investigo en las publicaciones de la red, dejándolas en la última opción.

De la investigación en España
de la primera parte de la novela
 Al parecer mi comentario no satisfizo al resto de integrantes de la mesa de honor, algo que no me interesa puesto que considero que cada escritor tiene su propio sistema para documentar, además de estimular el proceso creativo de diversas formas. Jamás me saltaría el placer de rozar con las manos los muros centenarios, de absorber el aroma a yerba fresca, único en cada lugar; de encontrar en el medio de los legajos indescifrables un nombre... 




Documento del año 1500 y las llaves del Arca de las Tres Llaves
(Abándames, Principado de Asturias)
Bien, el preámbulo obedece a la visita a la hacienda de Santo Domingo Atlapaleca, en el municipio de Libres, en el estado de Puebla, México —por cierto, de ella no se encuentra ninguna información en la red—. En estos meses documento para la segunda parte de la novela que escribo. En respuesta a quienes gustan de caminar poco a poco y documentar a la antigua, les comparto los lugares, sensaciones y magia con la que me encuentro en este proceso.
Nos citamos con Margarita, Rubén y Luis Adrián Carmona, de la hacienda de San Roque, en Tepeyahualco, lugar en donde nació la novela de Los muertos de mi vida. Ellos nos llevarían a la vecina hacienda de Atlapaleca, con don Carlos G.
 En el campo, la medición del tiempo, incluso creo que su tránsito, es  diferente, porque obedece a situaciones poco frecuentes para quienes habitan en la ciudad. El retraso, en este día, se debió a un entierro y a que Luis Adrián cuidaba la porqueriza.
En respeto a la marrana parturienta, decidí hacer una foto
a la prolífera vecina
Mientras esperábamos a que pariera la marrana, bebimos una cerveza y caminamos por lo que antaño había sido cárcel, cuartel y hospital. 

En la novela refiero la anécdota de aquel batallón que fue auxiliado y por temor a que los zapatistas descubrieran que escondían a constitucionalistas, en la hacienda de San Roque, los encerraron en ese recinto. Poco a poco murieron pero sus almas quedaron ahí atrapadas. Fue por medio de una vidente que obtuvimos las sorprendentes informaciones que coincidían con los datos históricos y Margarita logró liberar sus atribulados espíritus, o al menos eso pensamos. 

Portón original


No les cuento más, lean la novela, pero lo que sí les comparto son las fotografías de ese espacio. Imagínenlo techado, con troneras que dejaban pasar leves rayitos de luz, la humedad y el frío característico de esa maravillosa zona poblana de Tepeyahualco. 


Por cierto, Rafael hizo gran amistad con el “Siete Muertes”, el cariñoso novillo de lengua rasposa; “como todas las vacas y toros”, me dijeron, pero para mí fue la primera vez que un novillo me relamía a su antojo.

Detalle del horno de ladrillos


El horno
 La marrana continuaba con los cerditos atorados, por más que Luis Adrián se esforzaba en hacerla parir. Decidimos darle un poco más de tiempo y nos dimos una vuelta por el antiguo horno de ladrillos, en donde se cocieron todos los empleados en la construcción de San Roque. Un lugar maravilloso en el cual paseaban los borregos, ajenos a nuestra presencia.
El casi primerizo “veterinario”, debió quedarse con la puerquita valiente. Nos dirigimos a Atlapaleca con Margarita y Rubén. Nos esperaba don Carlos acompañado por su amigo Juan.

El cerro sin nombre, el llamado de Atlapaleca, se cubre con cientos de nopaleras y se sitúa a un costado de la hacienda; la esconde, la resguarda. El verde fulguraba debido a la fina lluvia. Los aromas desprendidos se mezclaban con el de la tierra, roja, suave. Luego me enteré que justo eso significa Atlapaleca: Atl, agua y tlapalli, pintura. Sería el lugar de agua rojiza coloreada por la tierra.
Fachada exterior de Santo Domingo Alapaleca
"En la estancia que llaman de Atlepalepan siendo Domingo Muñoz el propietario… Su esposa Beatriz González... “ Son los primeros datos de propiedad y se remontan el 4 de abril de 1593. Luego las tierras fueron encomendadas al capitán don Antonio de Córdova en 1640. 
Carlos ha preservado la información y con ella datos valiosos que nos acercan al estilo de vida de aquellos remotos tiempos de la Colonia, durante la Independencia, la Reforma, la Revolución y hasta el presente. Pocas haciendas cuentan con la información detallada contenida en testamentos, libros de raya, recibos, cartas, pinturas, fotografías, y hasta el nostálgico tocadiscos localizado en el comedor. Como bien comentó Carlos: "recorrer la hacienda es un viaje por el tiempo". Agregaría: por muchos tiempos, muchos recuerdos y sobradas nostalgias.
Y escuchar a Los Panchos, en un disco de 33
revoluciones,  no tiene precio
Me encuentro en la búsqueda de los personajes para esta segunda parte de la novela. Al menos quedan claros dos de ellos: la mujer de uno de los sirvientes y don Juan de Mier y Villar, último ejecutor del Santo Oficio y tío de fray Servando Teresa de Mier, a quien Julito —mi amigo historiador— y yo, llamamos el “Tiu Juan”, con cariño y respeto.
Si alguna vez se preguntaron si existían las
lavadoras en 1900, aquí está la respuesta

El reflejo del pasado en la ventana

Detalle del salón
Durante la Revolución, el muro principal sirvió
como paredón de fusilamiento 

Vista general desde la habitación, al fondo,
el salón principal
Agradecemos la hospitalidad y la deliciosa comida que Carlos nos ofreció. La inigualable compañía de Juan R. Día de charlas y de llenarnos de imágenes hermosas, bajo la tupida lluvia. 
Admiro el amor y pasión que Carlos tiene por la historia de Atlapaleca. Gracias a esa entrega a la Tierra en la que han vivido, se han podido conservar los datos desde la fundación de la hacienda hasta la fecha. Las preguntas obligadas, al caminar por los espacios, giran alrededor de quienes la habitaron, sus ansias, los secretos, los sueños. Algunos no han podido alejarse de Atlapaleca y aún rondan por la casa. Se manifiestan y nos despiertan más preguntas de las que quisiéramos formularnos. Pero esas historias las dejo para la novela y será mi señor Ejecutor del Santo Oficio, el tiu Juan, quién deba darnos las respuestas…

Continuará…