¿Pues
qué traes, Bartolo, que vienes arrastrando la cobija? No puedo más, Bartolina, ahora sí que me siento muerto; mis compadres y yo anduvimos y anduvimos y anduvimos.
De José Guadalupe Posada. |
¿Pues a dónde fueron? A
visitar a los 50 millones 300 mil almas que votaron; pocas más, pocas menos;
tumba por tumba, nicho por nicho, hasta preguntamos en las fosas comunes y en las clandestinas. ¿Y? Pues no cuadran las cuentas, Bartolina, no cuadran. O unos se
murieron antes o después de la votación, o a Cuquita la de Puebla la bolsearon. El Jelipe ya se echó sus copitas y nada que
nos abrió la puerta de su casa; los vecinos dicen que está preparando el
itacate; Bartolina, se nos va el Jelipe
sin entregar las cuentas claras. ¿A poco ya se lo lleva diosito al cielo? No,
Bartolina, se va solito, mejor dicho por voluntad propia a la fuerza, acompañado
por los 60 000 muertitos que lleva encima. Hasta dicen que se lleva la bandera. ¿A poco arrea hasta con la servidumbre? No Bartolina, dije: "ban-de-ra". La que mandamos a hacer con las viejitas bordadoras.
Bueno está, Bartolo, ¡un muerto
tropezando con sus muertitos! La Catrina andará contenta detrás de él, o él soñará
todas las noches con ella…
La Catrina |
Mi morena, me da igual, el problema es a quién le
pedimos las cuentas, después de todo, él es el que sabe bien del trinquete.
Ya
sé Bartolo, me puse avispa como me dijiste y amarré lacitos de aquí y de allá;
ni una araña panteonera habría podido tejer tal maraña de telaraña y echarla a
perder al último. Mi chiquita, pero si hasta poeta te estás volviendo. Párale
Bartolo y saca la mano de mi blusa, estas dos sólo las tocarás después de la
bendición. Cuál bendición, mi chula, si tu ungido también está dentro del
trinquete. ¡Blasfemias en la puerta de mi casa no, Bartolo!, mejor entra, en
este pueblo hasta las piedras tienen orejas. ¿Y ese altar?, diez, quince… ¡y
ahora!, ¿de cuando acá prende usted tantas veladoras? Desde que entendí,
Bartolo, ya se me hacía a mí que tan polveada y arregladita no podía estar el
esqueletito de la Chepa cuando se dio por vencida, madrugándole a los
encargados de hacer las cuentas; estarás de acuerdo que no se pueden tronar los
cuetes antes de que la virgen pase por las manos del señor.
¿De qué hablas
Bartolina? ¿Ya también quieres construir metáforas? No, Bartolo, aquí en mi
pueblo los cuetes se prenden cuando la señorita se convierte en señora, hasta
entonces todos aplaudimos, pues el acto fue consumado con satisfacción, al
menos por una de las partes.
Pero que re chula se ve usted cuando tuerce la
boquita. Déjeme seguir, Bartolo; luego dijeron los señores de las cuentas, que
un poquito por aquí y otro por allá era suficiente para decir que la señorita
estaba preñada, o más claro, Bartolo, el gallito copetón era el ganador. A ver,
a ver, ahora soy yo el que me perdí: ¿la señorita preñada era el gallito
copetón?, o mejor dicho ¿el gallito
ganador preñó a la señora? ¿O la señora dueña del gallito copetón le ganó a la
que preñó…?, mi chula, no se enoje, le va a hacer daño, sólo juego con las ideas,
por algo me dicen que soy contemporáneo, porque narro lo que vivo, o lo que
viví o lo que pretendo vivir desde este purgatorio. ¡Bartolo, me hace
cosquillas en la nuca!, esto es como lo de la puntita… ¿A quién quieren
engañar? De que hablas, Bartolina, jamás te mentiría. Me refiero a los de las
cuentas; pero ya verás, nos vamos a poner de acuerdo y se van a quedar sin ir al baile,
así como los de las pluris; nos cuesta mucho alimentar esas panzas sin
fondo para que salgan con sus tonterías; ¿tengo o no razón?
Usted siempre tiene
la razón, mi prietita, no es justo que bien guapas e ilusionadas fueran todas a
tachar los papelitos y ni caso les hicieran. Así es, Bartolo, y estos mendigos contaron por encimita.
Bartolina, dirás méndigos. No, pues, Bartolo, mendigos porque estiran y estiran
la mano con el pretexto de cuidar la voluntad de los ciudadanos. Ya, Bartolina,
me queda claro, ¿Y? Todo estaba preparado, Bartolo, pues el Jelipe también se saltó las formalidades, como si le pisara la
cola el chamuco; ¿te acuerdas cuando nos dio su mensaje?, ¿viste sus maneras
tan estudiadas, como movía los ojos y entonaba las palabras? Tranquilo el
hombre, como si felicitara a las madres por haber perdido a un hijo, así,
Bartolo, incongruente e irrespetuoso hacia todos nosotros; ¿dije bien
incongruente? También yo aprendo palabras elegantes como ignominia, improcedente, incierto, bueno, apenas voy en la "i". Bartolo, no me quiero
quedar atrás de ti. Mi chula, jamás estarás detrás, si tu quisieras te dejaría
encima… Ya, Bartolo, el tema es serio. ¡Pero claro que es serio, mi preciosa,
¡cómo la quiero!
Párale Bartolo, mejor dime tu opinión. Pues pienso que aunque
algunos se atrevan a pedir el indulto, después de la cogida que nos propinó, se
aguantará con la estocada y por mí, que le corten las orejas y el rabo y se lo
entreguen al gallito copetón y a la gallina; será la última fiesta brava que
tengan en esa granja, porque a los que no nos gustan los festines de ese tipo,
nos dedicaremos a organizar otras ferias más populares y decentes. Mi Bartolo,
cuídeseme mucho porque no sé que haría sin usted. Mejor sea contemporánea, Bartolina, y
piense que haría en este momento conmigo…
(Más o menos así luce nuestro buen Bartolo en esos apartados lugares de Zonzonique, un lugar muy, pero muy allá, en dónde todo es posible y poco probable. Nosotros, en nuestro aquí contemporáneo, lo miramos de otra manera, encarnado y brioso).
Bartolina, Bartolo, los compadres y yo (María Sanz), agradecemos a nuestros fieles lectores a quienes ya les agarramos cariño. Para ustedes es la siguiente ilustración; perdonen, pero cuando por fin conseguí una cámara, los compadritos se encontraban en un receso y con un poquito de exceso. Ya se imaginarán, las cosas en este purgatorio amenazan en convertirse en un infiernillo, no al estilo Dante sino más bien parecido a nuestro respetado Mictlán.
Salud, prosperidad y paz que es lo que buscamos y merecemos.