martes, 12 de marzo de 2019

De chamacos, marranas y burras

Ya llega la primavera, Bartolina, cambie usted esa carita acongojada y de paso póngase las enaguas coloradas con encajitos y la blusa que bordó hace años. Nada más me acuerdo y me pongo contento. ¡Alégrese mi chula, viene la música y el bailongo! Ya mis compadres, los músicos, afinan los instrumentos. Déjese de tarugadas, Bartolo, y acomódese el tololoche en donde le convenga. ¿Por qué tan enfurruñada, mi preciosa? ¡Ay, Bartolo, qué no ve la cola de mocosos que viene tras de mí? No me alcanza el día 
pa´ cuidarlos. ¿Y eso? Pues la Prieta cerró las guarderías y las comadres tienen que trabajar. ¿A quién se los dejamos? Y aquí está su Bartola; ni modo que diga que no. 

Esa inclinación maternal que tiene, Bartolina, podríamos engrandecerla si usted me deja hacerle unos cuantos chamaquitos. A un lado, Bartolo, y no me quite el tiempo; para colmo, con eso de que todas las hembras tienen los mismos derechos, sin importar la especie, nos mandaron llamar para organizarnos de nuevo. Bueno, Bartolina, en el fondo todos debemos respetarnos: unos a otras, y otras a unos, así, hasta que todos estén contentos. ¿A poco también usted toma el toloache que les dan en las reuniones mañaneras? Cuál toloache, Bartolina, es atole y nos lo dan con cucharita, aunque me gusta más el champurrado que usted prepara.
A ver si me invita otra vez y nos lo tomamos a sorbitos, bien agarraditos de la mano. Sí, claro, don Bartolo, con las marranas, las yeguas, las gatas, las perras y las burras de doña Prieta, porque también ellas tienen los mismos derechos que yo. ¡Ah!, y los chamacos alrededor… No sea tan rezongona, mi reina, o la arruguita le va a llegar hasta esa barbilla tan bonita y redondita que usted tiene. Arrímese Bartolo, que de machos y féminas desorientadas estoy hasta las trenzas. 

jueves, 28 de febrero de 2019

La película de Bartolo

Ya sabemos que en Zonzonique, el lejano pueblo en el que todo puede suceder, los habitantes se quedaron quietecitos, por años, a la espera de que algo memorable sucediera. Así son allá, unas veces calladitos y otras capaces de armar un chincual, solo porque Bartolo tuvo la ocurrencia de hacer una película. Apenas se enteraron, todos salieron a la calle.

Anduvo de aquí para allá, enredado en el sarape, hasta conseguir la plata para comprarse una cámara. 

¿Pos a qué debo el honor de su visita, don Bartolo? ¡Ay, mi reinita adorada!, es tan chula que voy a inmortalizarla. Verá usted, me enteré que por la capital hicieron una película y se ganaron hartos premios. ¿A poco usted sabe de cine? ¡Claro, mi linda Bartolina! No en balde fui de los primeritos en fotografiar a mis generales y hacerle una película al jefe Carranza, cuando bajó de El Dorado. ¡Qué tiempos aquellos, don Bartolo, cuando unas veces nos recibían con mezcal y otras con plomo! Pues sí, Bartolina, todavía conservo los agujeros en la camisa, véalos usted misma. Tápese, Bartolo, que me ruboriza. Mejor destápese usted y así nos ponemos los dos bien coloraditos. 

Ya sáqueme de dudas, ¿es verdad que dejó el calzón de manta y usó pantalones cuando lo alcanzó la leva? Ni me lo recuerde, apenitas nos acuartelaron nos dieron los pantalones, picaban tanto aquí mero, que yo preferí dejarme los de manta por abajo. ¿Quiere verlos? Ya no insista, don Bartolo, mejor dígame qué lo trae hasta aquí. Apenitas se lo dije, ¡voy a inmortalizarla! Yo ya estoy un paso después de la vida. Pero nadie la conoce, Bartolina, si usted se deja quedará chulísima en la película. ¿Pa que me critiquen? Lo harán los envidiosos, lo que no saben de cine. Ya lo sabe, mi chula, existen acémilas de dos patas con una lengua bien grandota y morada. ¡No me recuerde a los ahorcados allá por el abrevadero! Cuando los vi llegar a Zonzonique, me temblaron los huesitos. Mi preciosa, creo que todo lo toma usted literal. No pues, Bartolo, desde que va a la nocturna no le entiendo nada. Ándele, diga que sí y ahorita mismo empezamos. ¡Cómo si fuera tan fácil! Pues no, será rete difícil, pero podemos ensayar aquí en lo oscurito. ¡Arrímese, Bartolo, me está sacando el aire con su pistolón. 

lunes, 18 de febrero de 2019

Blanco roto 

El color de los sueños, los paradigmas, la fragilidad del ser humano, el  sin sentido subyacente en esta cultura mundo. Sucede cuando Jazmín nos guía a lugares enigmáticos, nos sumerge en leyendas, nos adentra en grutas, bosques, intrigas y edificaciones centenarias. Una Jazmín cuya vida se rompió, en el momento en el que sentía tener el destino en sus manos. Su fragmentada existencia se dirigió a Francia en busca de respuestas y, con la esperanza de recuperar el futuro robado, visitó los lugares marcados en el itinerario, de su frustrada Luna de miel. 


A través de la ágil narrativa, se comparten anécdotas personales del viaje iniciático compartido con Susana, Jorge y Sonia; ellos hicieron posible que, en la novela, las experiencias sutiles se convirtieran en lenguaje.
En Blanco roto se entrelazan experiencias reales con la imaginación y se enfatiza el valor de la fidelidad y el amor. 
Aquí compartiremos anécdotas del viaje que dio vida a Blanco roto.
En el bosque de Brocelandia se guardan los secretos del Mago Merlin. Es indudable la belleza que trastoca los sentidos; ahí el tiempo transcurre igual a una pluma mecida por el viento. 
Es sencillo perderse en los senderos, llegar el atardecer anunciándose como emisario de las hadas. 




Dos fuentes encontramos, en la primera el manantial brotaba generoso; el riachuelo se perdía entre las centenarias hayas. 
Casas de piedra murmuran leyendas mágicas


La fuente en el bosque



Sugerente silueta formada por la fuente y Jorge

De ahí partimos al Lago de las Hadas. La naturaleza se expresa de manera sutil, elegante, e invita a sentarse y viajar a otros mundos.
El Lago de las Hadas

La prisión de Merlín







Cuenta la leyenda que la poderosa Morgana lo sedujo; el engaño lo dejó indefenso impidiéndole escapar de  esa prisión, en las entrañas de la tierra. Sólo un mago, con los mismos poderes de Merlín, será capaz de liberarlo. 
¿Qué hay bajo esas rocas, que por cientos de años han permanecido inmutables? Me gustaría pensar en un recinto tan grande como un palacio, con decoraciones fastuosas y un gran comedor. Ahí estaría Merlín, acodado a la mesa, con una esfera de cristal, observando a la humanidad. 
Sí, el gato negro de tres patas existe y vive feliz con sus amigos, en el hostal en donde Jazmín (el personaje de la novela, a quien  llaman Yas), y nosotros, disfrutamos una noche extraordinaria.