martes, 13 de abril de 2010

Crónica de una muerte anunciada y no precisamente la de Artemio Cruz




Se anuncia la llegada del "libro electrónico" como el sepulturero del romántico libro editado en papel: vástago de Gutenberg. Los escritores opinan, también lo hacen los editores. Los amantes de las pantallas están entusiasmados. Yo no.


Desde la aparición de la tecnología que ha revolucionado hasta las costumbres para enamorarse, he cambiado cada dos años mis amados equipos de computación, no digamos los de telefonía. Sin contar las agendas electrónicas, los reproductores de películas, las televisiones. Apenas adquiero algo, ya es obsoleto. Ahora el libro, los libros, antes tangibles, serán virtuales.
Me surgieron preguntas quizás absurdas: ¿cómo voy a respaldar mi biblioteca? Me ocurrirá lo mismo que con mis películas beta, luego VHS y ahora DVD que con el paso del tiempo se rayaron, arruinaron... al igual que la memoria en la que guardaba las fotografías de mi inolvidable viaje a Chiconcuautla. !Créanme, fue inolvidable! ¿En dónde está ese lugar?, es tela para confeccionar otro tipo de historia. Pero regresaré al libro electrónico.

Me visualicé bajando de Amazon "La voluntad y la fortuna". Después de ingresar mis datos e intentar reproducir las palabritas de seguridad, leerlo con lentes especiales para no arruinar lo que me queda de vista, cuidar el libro de cualquier contingencia, cargarlo por las noches para no quedarme sin batería, abrazarlo para que no sufra algún accidente dentro de mi bolsa y por supuesto jamás prestarlo. Concluí que podría con ello al igual que lo hago con los profundos comentarios de mis amigos en el facebook. A todo se acostumbra uno.

Por un momento pensé: y si vuelvo a encontrar al maestro Carlos Fuentes, ¿en dónde me va a escribir la dedicatoria? ¿Tendré que echar al reciclado mis separadores de páginas? ¿Podré escribir mis comentarios personales en los costados de las páginas para cuando lo relea pueda cerciorarme de las estupideces que pensaba en ese entonces? ¿Qué haré con las hojitas del árbol bajo el cual me senté cuando lo leía? ¿Dejaré las costumbres del lector que atesora recuerdos entre las páginas del libro porque se lo apropia?

Imaginé que al cabo de seis meses tendría almacenados unos cincuenta libros sin souvenirs y de repente anunciarían un libro electrónico que habla, con un sistema diferente, revolucionario; te canta cuando te vas a dormir, te despierta con los versos de Neruda, te sirve de teléfono y el mío, en el cual invertí entre 300 y 700 euros, es ya obsoleto; es más, con el peligro de perder la información almacenada si no cambio de inmediato el aparato, el sistema, el anti virus. Ni nombrar el pánico a perderlo por haberlo dejado en el banco, la mesita de la cafetería o en casa de mi hermano.



Ya soy esclava del celular, la laptop, la Secretaría de Hacienda, la apocalipsis que dicen se avecina para el 2012 y además ¿lo seré del libro electrónico con pantalla sin retroiluminación para que no sufran mis ojos y en los que dicen puedo tomar notas, cambiar el tamaño de la tipografía y añadir marcadores siempre y cuando sean debidamente guardados? Comentan: "serán ideales para los viajeros y los amantes de rarezas bibliográficas". A los que nos gusta ver el lomo en el librero porque nos transporta al texto y a los acontecimientos de la vida que lo rodearon, a los que dormimos con el libro abierto sobre el pecho, a quienes sólo pueden ir al baño con ese discreto compañero, a los que por la navidad les ponen un enorme moño y una tarjetita que reza: "el regalo que abrirás más de una vez": ¿nos tendremos que conformar? Debo redactar de nuevo mi epitafio: "María: quién sembró un árbol en la granjita del facebook, quién escribió un libro electrónico." Lo del hijo quedará a la antigua, cuando las personas se decían al oído que se amaban, se acariciaban y por milagro la cigüeña llegaba nueve meses después.

Dicen que serán libros verdes porque ahorraremos árboles, ¿y qué harán con la basura cibernética, con la electrónica y plástica no reciclable?, ¿contratarán a más chinos en esos inmundos botaderos de materiales tóxicos para pelar cables, desensamblar baterías, monitores?
Mejor continúo sembrando arbolitos en El Despertar, me olvido de los libros electrónicos y continúo abrazando a Carlos Fuentes, preciso, a la "Voluntad y la fortuna" porque aún puedo decidir el tener un libro tradicional, el dinero para comprarlo, atesorarlo y algún día heredarlo a mi Álvaro y a mi Sophie.