Ati
Quigua inspira, o
quizás sea más exacto decir que en el momento en el que Ati Quigua toma la
palabra, nos despierta del sueño cotidiano en el que transitamos entre nubes de
smog y paisajes de cemento.
Imaginé el camino que le llevó hasta el Complejo
Cultural Universitario, de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, desde
la aldea de techos de carrizo en la Sierra Nevada de Santa Martha, en Colombia.
Entre su gente, las mujeres no sostienen la mirada.
En su nación Arhuaca las mujeres cuidan las semillas, el huerto. Atienden a los
hijos y los educan como guardianes de la naturaleza.
Ati Quigua lleva un mensaje al mundo. El tema es
antiguo, preocupante y recurrente. El ser humano ha olvidado que es parte de la
naturaleza. El hombre se ha convertido en el peor enemigo del hombre. El hombre
se apresura a destruir su hogar. Como parte de la solución está el desarrollar
una consciencia planetaria, llevar la bioalfabetización (aprender de la
naturaleza) a la educación, defender el derecho a la vida de los diferentes
reinos: mineral, vegetal, animal.
Reeducar a la gente bajo los principios ecológicos me
produce el efecto de imaginarme sentada frente a una desafinada y desatinada filarmónica.
Pero el absurdo es real, la humanidad desafina, ha perdido el diapasón, o la
brújula, que sería otra manera de entenderlo.
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