martes, 23 de febrero de 2010

Los muertos de mi vida y San Roque




Me han preguntado acerca de la historia de la hacienda de San Roque, en Tepeyahualco de Hidalgo, Puebla, lugar de los amores ocultos de doña Magda Milagros.
En efecto, el lugar existe aunque pareciera pertenecer a otro mundo.
Entre las diferentes versiones, quizás la más llamativa se relaciona con los Bandidos de Río Frío. Cuentan que uno de ellos hizo una considerable fortuna en los asaltos a carruajes que transportaban oro, desde México hasta Veracruz.
Tepeyaualco era el lugar ideal como escondite y es por ello que el personaje en cuestión decidió construir unas casas para que sus hombres descansaran sin sobresaltos.
La aldea creció y comenzaron a trabajar la tierra. Llegó el sr. Alberto Limón, de quién tengo algunos datos gracias a que su espíritu aún no descansa y se aparece con cierta frecuencia, y él compró la enorme propiedad.

Enfrentó el inconveniente de llevar el agua hasta el lugar en dónde pretendía erigir su mansión. Diseñó los planos para la noria y con la ayuda de indígenas prestados por los franciscanos, construyó el monumental pozo, único en el mundo.
Se tiene registrado el año de 1847, como el de inicio de la construcción de la hacienda. Los primeros paredones se hicieron con piedra maciza y madera traída del cofre de Perote, la cal, de Tenextepec.
En esos tiempos los arquitectos se inspiraban en la arquitectura francesa, de ahí lo singular de la fachada.
La hacienda de San Roque tenía una casita de muñecas, para la hija de don Alberto. La cama, la cómoda, los espejos, los sillones, la cubertería de plata, la loza y el resto de los enseres domésticos, al tamaño de una niña de seis años.
La altura del techo tendría un metro ochenta y contaba con dos habitaciones.
Don Alberto vio truncada su obra al estallar la Revolución.
En los muertos de mi vida se habla de fantasmas. Tanto el regimiento como la novia, son seres pertenecientes a otra existencia y en ocasiones se manifiestan. Al parecer, en el presente, tal y como se refiere en la novela, el regimiento descansó, no así la novia.
Existen otras almas de soldados atrapados en San Roque. Ellos escondieron las armas al estar ya moribundos. Fueron sepultados aún vivos y a veces se les escucha pidiendo misericordia a los vivos. Hasta el momento, nadie sabe dónde están los restos a pesar de escuchar las súplicas.
Dentro de las creencias, se dice que cuando alguien escondía el oro fruto del trabajo o el pillaje, se llevaba al peón del cual se quería deshacer. El infeliz cavaba la fosa y cuando estaba lista, colocaba las cajas o cazuelas con el oro. El dueño mataba al trabajador y lo cubría con una gruesa capa de carbón, colocaba tablones de madera, tierra y por último el acabado, ya fueran lajas de piedra o piso de barro. Todo debido a la creencia de que el oro escondido, si no era para quién lo buscaba, se convertía en carbón. Muchos fueron engañados y dejaron de excavar al encontrar el carbón y la osamenta.
Cuentan de un enorme tesoro escondido en las columnas de madera, que adornan las puertas de una casa en Tepeyahualco. El dueño, un próspero comerciante, ahorraba echando por una ranura, en la parte superior de las columnas, todas las monedas de oro que caían en sus manos. Almas en pena, alhajas, monedas,nos transportan al mundo de la fantasía, tan ansiada en la existencia cotidiana.
Las leyendas sobre tesoros ocultos no son privativas de las haciendas o las viejas casonas de México. En todas las culturas encontramos deliciosas historias.

Continuaremos con San Roque...

1 comentario:

Anónimo dijo...

los rateros a los que hace referencia son los plateados