martes, 13 de diciembre de 2011

La Biblia de Bartolo


Debo confesarle que esa noche, cuando estuvimos tan juntitos, tuve ganas de darle un beso; pensé guardarlo para después y mire nada más, !tres días se me perdió!, ¿pues qué trae usted, Bartolo? ¿Le gusta verme sufrir! Hasta me fui a buscar a mis amigas “Las Refugios”, pero andaban muy ocupadas como para ir a buscarlo. Y pues, yo que me preocupo, con eso de que continúan matando gentes por equivocación.
Las Refugios, cuya historia se narra en la novela de Los muertos de mi vida, son amigas de Bartolina y del general Gabriel


Mi querida Bartolina, ya debía saber que hay que agarrar las oportunidades porque se pasan como el aguita del manantial entre las manos, pero qué le digo, aproveche ahora y pare la boquita.
Tiene razón, mi Bartolo, las oportunidades vuelan y la suya ya se pasó. Tan bonita y tan difícil, pero ya se me hará hacerla mi mujer, Bartolina, al fin que nosotros tenemos toda la eternidad. !Bartolo!, cambie esa miradita de gato a medio dormir porque me pone nerviosa y dígame en dónde andaba. Pues me puse a leer la Biblia, ya ve usted que ahora es el libro que marca la vida de los famosos; empecé por lo último, digo, por si alguien me pregunta no verme tan tarugo, al fin que sólo hay que leerla un poquito. ¿Y qué cree?, esa Apocalipsis se parece a lo que estamos viviendo, bueno es un decir porque usted y yo vivido tenemos todo. Y por lo visto, usted, mi querido Bartolo, también lo bebido porque no le entiendo nada. Pues se lo explico, faltaba más, pues andaba yo con eso de "Y en aquellos días los hombres buscarán la muerte, pero no la hallarán; y ansiarán morir, pero la muerte huirá de ellos". Me pregunté ¿pues que harán los hombres que hasta la catrina les tendrá miedo?
Me puse a pensar y pensar y pues, que se me va el día, ya de noche me fui a la cantina y me encontré a mis compas Panuncio y Sidronio. Me lo imagino, Bartolo, se empinó usted la botella de mezcal hasta tragarse el gusano. Sólo piensa cosas malas, mi chatita, no fue así, nos pusimos a filosofar. ¿En la cantina? Sí, Bartolina, en la cantina la gente habla de cosas importantes, el caso es que Panuncio abrió el periódico y justo cuando comencé a leerles de las amenazas a las activistas, del ejército en la frontera, de muertitos por aquí y por allá, que si la pobreza, que si el dinero no alcanza..., pues que se nos mueve la tierra. Prummm, prummm, sonaron los vasos y las botellas. Pensé que me había echado la maldición la vez pasada que nos vimos cuando usted dijo que si me había agarrado un sismo y yo le alegaba que había sido un levantón... Y la otra vez que dijo de la madrecita tierra y... Bartolo, deje de treparse por las ramas del pasado y continúe. Pues me acordé  de la Apocalipsis: "y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos." Casi, casi vi al candidato frente a mí, ya sabes, el que casi lee toda la Biblia, entonces les dije a Sidronio y a Panuncio: "pues que se apure el señor de la Peña a terminar de leerla porque este saco le puede quedar a muchos y si no le paran no llegará a tener ni un solo Nieto". Eso a mí no me importa, Bartolo, no es una razón para haberme dejado plantada. Verá qué sí, mi prietita linda, en otra parte dice: "Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento." Hasta se me alborotó lo que usted ya sabe... No sea majadero, Bartolo. Pero sí no dije nada..., bueno pues, me dije: "esto habla de mi Bartolina, sólo nos falta dejarla panzona y las profecías irán por buen camino, porque todo lo anterior ya está pasando". Bartolo, no juegue con las cosas sagradas. Pero mi Bartolina, si hace ya cien años que ni las canicas aviento. Arrímese, Bartolo, y póngase a hacerle nudos a las reatas del tendedero en lugar de andar meneando mis enaguas. Pero si lo que nos hace falta a todos es una patria amorosa, llenita de... Bartolo, lo que a usted le urge es ponerse a trabajar el campo y a sus compadres dejar de extender las manos a ver si les cae algo del cielo. !Ay, mi virgencita, como me hubiera gustado celebrarla a usted junto con mi Santísima Guadalupe! Ya va a empezar, Bartolo... Pero mi chula, si usted no me deja, mire el recuerdo que le traje de la Villa. !Esta bien bonita esta medalla, Bartolo, no se hubiera usted molestado!¿Molestia? Será una alegría para mí ponérsela en ese cuello tan delicado y esbelto. No pues, si desde que aprendió a leer dice usted cosas rete bonitas. Y verá nada más cuando me de permiso de... Se está pasando, Bartolo, los cariñitos en el cuello no vienen con la medalla, ¿o sí? ¿Usted qué cree? Debo confesarle que esa noche, cuando estuvimos juntitos como ahora, tuve ganas de darle un beso. Ya me lo dijo y pues anímese. No Bartolo, que tal y aparece alguno de esos ángeles de la Apocalipsis.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me doy mi vuelta por tu blog Maru, gracias por el regalo de la lectura que nos das. Y ojalá pase el comment :)

Salu2!

Adrianus

Anónimo dijo...

si,gracias