viernes, 18 de enero de 2013

Y el mundo no se acabó


¿Por qué tanto misterio, Bartolo? ¡Por poco y le sorrajo un plomazo por andar escondido entre los matorrales! 


Cálmese mi chula, ¿no se da cuenta que le preparaba una sorpresa? Pues es lo menos que podía hacer, Bartolo, después de tanto tiempo sin aparecer por aquí. No pare la trompa, mi muñequita, no ve que andaba ocupado con eso de que el mundo se iba a acabar… 





Ya me imagino, Bartolo, andaría pensando qué hacer con tantos muertos, todos revueltos y sin saber para dónde jalar mientras yo, de su taruga, esperándolo y esperándolo. 
Se equivoca, Bartolina, nos traían como calzón de soldadera, de arriba para abajo; en cada ceremonia que hacían invocaban a los ancestros, eran tantos los turistas pidiendo nuestra presencia que los mayas, los mexicas, los toltecas y nosotros, no sabíamos ya en dónde hacer presencia; anduve desde Chetumal hasta Cholula. Pero Bartolo, si a los que llamaban eran a los dioses, no a ustedes, bola de revoltosos oportunistas. 
No, Bartolina, la multitud clamaba por el regreso de los guerreros; estuvieron pá arriba y pá abajo con el incensario, grita que grita, danza que danza. Bartolo, en los rituales llamaban a los guerreros águila y jaguar, no a los de la revolución. Pues pal caso es lo mismo, Bartolina; le cuento que le hicimos de todo a los turistas, desde pasarles frío por los cachetes hasta soplarles en las orejas; ¡hubiera visto!, no sabían ni qué hacían ahí, entre pirámide y pirámide, salta que salta. ¿Y ahora qué, Bartolo? Pues a seguirle, Bartolina, ya se acabó la distracción y ahora viene lo bueno. ¿A poco los compadres y usted van a seguir con su revolución? No, Bartolina, ¿qué pasó?, eso es asunto enterrado, ahora sólo cosas buenas, como usted. ¡Arrímese, Bartolo, trae olor a panteón! Pues a qué otra cosa se puede… Ándele, Bartolina, póngase chula que nos vamos a pasear. ¿A dónde, pues? 

A darle serenata a la escritora y a echar unos cuantos tiros, en un ratito es su cumpleaños. No debería gastar el parque a lo tonto, Bartolo. Bueno, pues, mi preciosa, entonces deje que mi pistola apunte y dispare a donde a usted le va a gustar… 


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