En la tradición maya, una leyenda refiere que cuando los trece cráneos de
cristal se reúnan, se revelarán las claves para el entendimiento del propósito
de la vida en el universo.
Iniciados del pasado los tallaron de acuerdo a las instrucciones de seres
superiores. Mucho se ha especulado y también numerosas historias y calaveras
son falsas.
Gracias a Tenoch y a Rafael por cuidarme |
La historia más difundida, que incluso inspiró la película: “Indiana Jones
y el reino de la Calavera de Cristal”, fue la de la hallada por el explorador
británico Frederik Mitchell-Hedges y su hija Anna, en 1924, en una exploración
en la zona maya de Lubaantún, en Belice. De cuarzo blanco y tallado con perfección, el cráneo acaparó el
interés de arqueólogos y científicos. Aún se debate acerca de la fabricación,
la antigüedad y las propiedades del llamado “Cráneo del Destino”.
Dos calaveras se encuentran en el Museum of Mankind, en Londres, y una más,
de 11 centímetros de alto y 2.5 kilogramos, en el Trocadero Museum, en París.
Las hay se amatista púrpura, de ónix, de cuarzo amarillo, de piedra, de
cuarzo ahumado. Se da a conocer la existencia de al menos 19 calaveras, pero en
diversos centros ceremoniales de México, se han encontrado muchas más y se ha
comprobado su autenticidad.
Los cráneos, de manera no ortodoxa, llegan a las personas que poseen las
cualidades para resguardarlos. Es el momento de trabajar con ellos, por ese
motivo “aparecen”. Son objetos de poder, no sólo curiosos vestigios antropológicos
que despiertan la sed de sensacionalismo y las teorías alocadas de ocultistas.
Inspiran, en primera instancia, un profundo respeto por ser herramientas en
el trabajo energético y espiritual. Pensemos en ellas como llaves que permiten
acceder a otros planos existenciales, tanto temporales como dimensionales. Vehículos
de conexión.
Otros refieren que los cráneos fueron confiados a los olmecas por los
Atlántidas o Itzá. Como custodios de esos “recipientes de saber”, los olmecas
los heredaron más tarde a los mayas y estos a los aztecas. El hecho es que se
han encontrado en diferentes culturas y corresponden a diferentes tiempos.
La
información acerca de los misteriosos cráneos es extensa, pero poco se habla de
la experiencia personal y directa con ellos. En mi fugaz y accidentada estancia en
Palenque (Chiapas), luego de solicitarles su permiso, trabajé con dos de ellas.
El
cráneo de mayor tamaño, de cuarzo y con tallados en diferentes puntos,
corresponde a un varón. Es ligeramente alargado, o dicho de otra forma, de
frontal menor en proporción a la región parietal y occipital. Los cuencos
parecían observarme desde ese vacío en el que mi mente proyectó de inmediato
diálogos e imágenes.
Me
permitió colocar mis manos, acariciarlo y ofrecerle la ceniza del Popocatépetl
y el agua de manantial. Sin embargo me fue imposible meditar frente a él. Me
provocó inquietud y pude sentir que aún no estaba preparada para esa relación.
¿Su nombre?, las abuelas videntes le llamaron Quetzalcóatl.
La
otra calavera es de piedra, pequeña, de cabeza redonda y prognata. Sentí
ternura, deseos de acariciarla y ofrecerle el agua de manantial y las cenizas
del Popocatépetl. En ese momento me encontraba cansada por el viaje de más de
diez horas hasta Chiapas y le pedí permiso para tomar mi siesta con ella entre
mis brazos. El deseo era de acunarla, brindarle cariño. En pocos minutos cerré los
ojos.
De
inmediato me sumergí en un sueño lúcido en el cual el agua se convirtió en el
elemento principal. No referiré el sueño pero sí que cuando desperté, la piedra
estaba tibia y permaneció así hasta la noche.
La
mujer que la custodia me contó que esa calavera es de origen mexica y al
parecer fue trasladada hasta la costa durante el período de la conquista. Las
abuelas videntes lloraron al conocerla. La calavera representa a
una abuelita, una anciana que vivió y absorbió tristezas, miró lo más vil del
comportamiento humano, en ambas razas, durante la conquista.
En
un ritual de limpieza, unas semanas atrás, una representante de la raza mexica
y uno de la española, la bañaron en el mar de Veracruz como símbolo de la
reconciliación de dos mundos, de un amoroso maridaje en el que debe convertirse
nuestro futuro. Las abuelas videntes dijeron entonces que el cráneo, cuyo
nombre no recuerdo, pero abarca los conceptos de colibrí y sabiduría, estaba
libre de melancolías.
Ambos
cráneos me acompañaron en las meditaciones y sueños nocturnos durante mi
estancia en Palenque. Fue el inicio, lo sé, y también el hecho de que son
poderosos armonizadores que aumentaron la sincronía entre mis
hemisferios cerebrales, llevándome a estados alterados de la conciencia,
momentos en los cuales, los demonios internos se manifestaron con toda su
fuerza a sí como los amorosos y fugaces soplos del Supremo Espíritu.
¿Calaveras
falsas? ¿Sugestión? Considero que lo importante es la calidad en la relación con
el mundo interno, la que pude establecer manteniendo en mis brazos el símbolo
de la muerte; ante ella soy capaz de quitarme las máscaras y caer de rodillas.
La experiencia subjetiva es quizás la más difícil de compartir, en especial ante quienes tienen a la razón el en peldaño más alto de su existencia. Queda entonces abierta la puerta para aquellos que se atreven a viajar más allá de lo aparente.
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