martes, 1 de diciembre de 2020

Y dale con las fiestas patronales


A la escribanía llegaron los ecos de Zonzonique, el pueblo escondido en las faldas del volcán Iztaccíhuatl, en donde todo puede suceder. Cuentan que ahí llegaron, quienes no encontraron paz, luego de la Revolución. Soldaderas resignadas y soldados desnortados, acomodaron sus huesitos, en donde ni la voz del creador es escuchada. Se quedaron quietecitos, por años, a la espera de que algo memorable sucediera.


Fue Bartolo, el responsable del desorden, porque luego de cien años se empeñó en declararse a Bartolina. Con un estate quieto, poco se atrevió a decir, aunque durante estos diez años hizo una película, aprendió a leer, se enfrentó a Eufrosino y, desde su pesimista optimismo, se atrevió a hacer predicciones.

Las siestas en Zonzonique son similares a una hibernación, pero los sucesos recientes los despertaron, poniéndolos a chambear. Tardó en encontrar el jorongo, los huaraches y el machete; de prisa atravesó el barranco presentándose al alba en la casa de Bartolina.


—¡Levántese mi chula, que anoche llegó Andrés! No aquel que visita a las mujeres cada mes, sino Potocietos, el hermano mayor de san Pedro, al que festejan el 30 de noviembre. En la mano traía su libretita, con los nombres de los valientes y sin aspiraciones, dispuestos a morir en la pachanga. Así andan las cosas, con los del pueblo de al lado. Eso sí, Bartolina, dispusieron los puestos de “jaletinas” de colores radioactivos, panes, pizas y chucherías, conservando la sana distancia. Seguro pensaron que así, podían estar sin el paliacate en el hocico, aunque debo decirle que los sensatos lo traían puesto,  con la nariz de fuera. 

—¡No me diga eso, don Bartolo! ¿Cuándo nos dejarán descansar tranquilos?

—Ni pare la trompa, muñequita linda, y avise a las comadres que tendrán que empinarse en el metate, a preparar el mole, porque en el pueblo de al lado le abrieron las puertas a la señora de la corona.

—De verdad se pasan, Bartolo, nos dijeron que a lo mucho serían unos sesenta mil y ya vamos por el triple. Así no se puede. ¿A dónde los vamos a acomodar?

—Pues qué le digo, mi chula, mis compas están ocupadísimos con el espachurramiento que hay ahorita. ¡Ni las listas de recién llegados han podido rellenar! A mí me late que los vivos quieren venirse con nosotros, porque ya no aguantan estar del otro lado.

—¿Tan mal andan las cosas?

—Ni por dónde comenzar a contarte. Mejor así lo dejamos, mi prietita chula. ¿Me convidas un champurrado y un tamal, mientras hablamos quedito de nuestras cosas pendientes?

—No me encime el pistolón, don Bartolo, o tendré que llamar a doña Susanita. 

—A esa vieja nadie le hace caso, Bartolina, además, ¿a nosotros qué? 

—Desde que aprendió a leer anda usted muy engreído, don Bartolo.

—Ay, chulada de mujer, debía verme con los ojos del recuerdo, así todo parece bonito. Tiempos aquellos, montado en Canalla, con el uniforme reluciente y el fusil a lo alto.

—¿Escucha las campanas y los cohetones? ¿Tan pronto estiraron la pata los de la fiesta? 

—No, Bartolina, anuncian la misa, ahí caerán contagiados los que anoche se salvaron. Como ellos dicen: diosito dirá.

—Ya ni la amuela, don Bartolo, ¿cómo puede reírse de la desgracia que se avecina?

—Si a ellos les importa un carajo, ¿por qué a mí debe preocuparme? No sea malita, unos besitos, y me voy contento con los compadres.

—Pues con poquito se conforma.

martes, 12 de marzo de 2019

De chamacos, marranas y burras

Ya llega la primavera, Bartolina, cambie usted esa carita acongojada y de paso póngase las enaguas coloradas con encajitos y la blusa que bordó hace años. Nada más me acuerdo y me pongo contento. ¡Alégrese mi chula, viene la música y el bailongo! Ya mis compadres, los músicos, afinan los instrumentos. Déjese de tarugadas, Bartolo, y acomódese el tololoche en donde le convenga. ¿Por qué tan enfurruñada, mi preciosa? ¡Ay, Bartolo, qué no ve la cola de mocosos que viene tras de mí? No me alcanza el día 
pa´ cuidarlos. ¿Y eso? Pues la Prieta cerró las guarderías y las comadres tienen que trabajar. ¿A quién se los dejamos? Y aquí está su Bartola; ni modo que diga que no. 

Esa inclinación maternal que tiene, Bartolina, podríamos engrandecerla si usted me deja hacerle unos cuantos chamaquitos. A un lado, Bartolo, y no me quite el tiempo; para colmo, con eso de que todas las hembras tienen los mismos derechos, sin importar la especie, nos mandaron llamar para organizarnos de nuevo. Bueno, Bartolina, en el fondo todos debemos respetarnos: unos a otras, y otras a unos, así, hasta que todos estén contentos. ¿A poco también usted toma el toloache que les dan en las reuniones mañaneras? Cuál toloache, Bartolina, es atole y nos lo dan con cucharita, aunque me gusta más el champurrado que usted prepara.
A ver si me invita otra vez y nos lo tomamos a sorbitos, bien agarraditos de la mano. Sí, claro, don Bartolo, con las marranas, las yeguas, las gatas, las perras y las burras de doña Prieta, porque también ellas tienen los mismos derechos que yo. ¡Ah!, y los chamacos alrededor… No sea tan rezongona, mi reina, o la arruguita le va a llegar hasta esa barbilla tan bonita y redondita que usted tiene. Arrímese Bartolo, que de machos y féminas desorientadas estoy hasta las trenzas. 

jueves, 28 de febrero de 2019

La película de Bartolo

Ya sabemos que en Zonzonique, el lejano pueblo en el que todo puede suceder, los habitantes se quedaron quietecitos, por años, a la espera de que algo memorable sucediera. Así son allá, unas veces calladitos y otras capaces de armar un chincual, solo porque Bartolo tuvo la ocurrencia de hacer una película. Apenas se enteraron, todos salieron a la calle.

Anduvo de aquí para allá, enredado en el sarape, hasta conseguir la plata para comprarse una cámara. 

¿Pos a qué debo el honor de su visita, don Bartolo? ¡Ay, mi reinita adorada!, es tan chula que voy a inmortalizarla. Verá usted, me enteré que por la capital hicieron una película y se ganaron hartos premios. ¿A poco usted sabe de cine? ¡Claro, mi linda Bartolina! No en balde fui de los primeritos en fotografiar a mis generales y hacerle una película al jefe Carranza, cuando bajó de El Dorado. ¡Qué tiempos aquellos, don Bartolo, cuando unas veces nos recibían con mezcal y otras con plomo! Pues sí, Bartolina, todavía conservo los agujeros en la camisa, véalos usted misma. Tápese, Bartolo, que me ruboriza. Mejor destápese usted y así nos ponemos los dos bien coloraditos. 

Ya sáqueme de dudas, ¿es verdad que dejó el calzón de manta y usó pantalones cuando lo alcanzó la leva? Ni me lo recuerde, apenitas nos acuartelaron nos dieron los pantalones, picaban tanto aquí mero, que yo preferí dejarme los de manta por abajo. ¿Quiere verlos? Ya no insista, don Bartolo, mejor dígame qué lo trae hasta aquí. Apenitas se lo dije, ¡voy a inmortalizarla! Yo ya estoy un paso después de la vida. Pero nadie la conoce, Bartolina, si usted se deja quedará chulísima en la película. ¿Pa que me critiquen? Lo harán los envidiosos, lo que no saben de cine. Ya lo sabe, mi chula, existen acémilas de dos patas con una lengua bien grandota y morada. ¡No me recuerde a los ahorcados allá por el abrevadero! Cuando los vi llegar a Zonzonique, me temblaron los huesitos. Mi preciosa, creo que todo lo toma usted literal. No pues, Bartolo, desde que va a la nocturna no le entiendo nada. Ándele, diga que sí y ahorita mismo empezamos. ¡Cómo si fuera tan fácil! Pues no, será rete difícil, pero podemos ensayar aquí en lo oscurito. ¡Arrímese, Bartolo, me está sacando el aire con su pistolón. 

lunes, 18 de febrero de 2019

Blanco roto 

El color de los sueños, los paradigmas, la fragilidad del ser humano, el  sin sentido subyacente en esta cultura mundo. Sucede cuando Jazmín nos guía a lugares enigmáticos, nos sumerge en leyendas, nos adentra en grutas, bosques, intrigas y edificaciones centenarias. Una Jazmín cuya vida se rompió, en el momento en el que sentía tener el destino en sus manos. Su fragmentada existencia se dirigió a Francia en busca de respuestas y, con la esperanza de recuperar el futuro robado, visitó los lugares marcados en el itinerario, de su frustrada Luna de miel. 


A través de la ágil narrativa, se comparten anécdotas personales del viaje iniciático compartido con Susana, Jorge y Sonia; ellos hicieron posible que, en la novela, las experiencias sutiles se convirtieran en lenguaje.
En Blanco roto se entrelazan experiencias reales con la imaginación y se enfatiza el valor de la fidelidad y el amor. 
Aquí compartiremos anécdotas del viaje que dio vida a Blanco roto.
En el bosque de Brocelandia se guardan los secretos del Mago Merlin. Es indudable la belleza que trastoca los sentidos; ahí el tiempo transcurre igual a una pluma mecida por el viento. 
Es sencillo perderse en los senderos, llegar el atardecer anunciándose como emisario de las hadas. 




Dos fuentes encontramos, en la primera el manantial brotaba generoso; el riachuelo se perdía entre las centenarias hayas. 
Casas de piedra murmuran leyendas mágicas


La fuente en el bosque



Sugerente silueta formada por la fuente y Jorge

De ahí partimos al Lago de las Hadas. La naturaleza se expresa de manera sutil, elegante, e invita a sentarse y viajar a otros mundos.
El Lago de las Hadas

La prisión de Merlín







Cuenta la leyenda que la poderosa Morgana lo sedujo; el engaño lo dejó indefenso impidiéndole escapar de  esa prisión, en las entrañas de la tierra. Sólo un mago, con los mismos poderes de Merlín, será capaz de liberarlo. 
¿Qué hay bajo esas rocas, que por cientos de años han permanecido inmutables? Me gustaría pensar en un recinto tan grande como un palacio, con decoraciones fastuosas y un gran comedor. Ahí estaría Merlín, acodado a la mesa, con una esfera de cristal, observando a la humanidad. 
Sí, el gato negro de tres patas existe y vive feliz con sus amigos, en el hostal en donde Jazmín (el personaje de la novela, a quien  llaman Yas), y nosotros, disfrutamos una noche extraordinaria. 



miércoles, 7 de diciembre de 2016



Beata hechicera
Por Celina Pérez Melero

Sorpresa y emoción sentí en cada página con la lectura de "Beata hechicera", la sorpresa de ver historias que mezclan lo cotidiano y lo mítico, pero con personajes que, con permiso del gran, insuperable mago de la literatura, no se apellidan Buendía, ni Iguarán, ni Babilonia y que transcurren en parajes que no llevan nombre de Macando, o La Guajira o Guacamayal.
Emoción de ver que esos personajes se apellidan Rugarcía, Noriega, Mier... y que hincan sus raíces en pueblos como Cuñaba, Abándames, Alles y sus sueños de aventura en lugares como Santo Domingo Atlapaleca... igual que mis antepasados, que nuestros antepasados. 

La novela es compleja, ambiciosa, toca las fibras más profundas con las que está tejida nuestra historia y mezcla la realidad y la magia, la religión y la brujería, con tanta habilidad que llega a confundirnos. Y luego el lenguaje, esa prosa sin desmayo, esa mezcla del lenguaje mexicano, que por lecturas y por conversaciones no nos es extraño, con nuestro lenguaje, que nos emociona verlo convertido en literatura de la buena.

Por esta novela pululan los personajes de nuestra historia que seguramente alguna vez hemos tratado de imaginar; aquí se hacen carne, se ponen en movimiento los inquisidores, los religiosos con nombres como Fray Servando Teresa de Mier, los reales y los imaginarios, como esas brujas que mis tías las Meleras me contaban que se reunían en la Peña para después volar a Cerenuela, ¡qué distintas en mi imaginación de la Simona de Eugenia! Y los lugares que conocemos, como la cueva de las Brujas, San Pedro de Plecín o el palacio de Socuetu, al que tuve la suerte de acceder desde niña por mi amistad con Begoña y ahora gracias a Sole y a Rudy. 

Por no desvelar los entresijos de la novela, solo diré que merece la pena conocer a Casiana, a La Lobera, Briselda, Catalina, Sagrario, Iyana y Simona, esas mujeres de "piel de invierno y melenas de rojizo otoño", ese linaje de brujas, perseguidas por el Santo Oficio y por la ignorancia, de las que habrá nuevas generaciones, que ojalá no nazcan con el rabo de cerdo, para que tengan una segunda oportunidad sobre la tierra. ¿Debemos preocuparnos, Eugenia?

Y por si alguien que aún no se anima a leer la novela, tenéis que saber que en sus vericuetos se revela un secreto que la historia nos ha ocultado hasta ahora... ¡Ay! si don Gregorio hubiera tenido la oportunidad de leer "Beata hechicera", habría brindado por Eugenia, porque lo que con tanto tiempo de dedicación a archivos y papelotes no fue capaz de descubrir, lo ha desvelado la desbordante imaginación de una hechicera de historias; el por qué no se sabe apenas nada de la biografía del inquisidor don Juan de Mier y Villar.

Gracias, Eugenia, no debemos preocuparnos, porque tienes muchos más secretos qué desvelar...

lunes, 23 de mayo de 2016

Beata de la inventiva, hechicera de la creación.

Felipe Galván Rodríguez


Si tuviera que designar a la pluma de mayor constancia, al hacedor más pertinaz o a la hiperactividad con menor descanso en los últimos años dentro de la narrativa editorial poblana, no tendría duda en otorgarle el nombramiento a María Eugenia Bear Sánz. Autora preferida por la editorial de la BUAP que, por su sorpresiva constancia, ha venido desarrollando una presencia creciente en lo cuantitativo que, por lo menos en varias entidades alrededor del Estado cuya capital es la Ciudad de Zaragoza, no tiene comparación. La editorial de la mayor casa de estudios poblana ha apostado por la autora ya en por lo menos dos periodos institucionales; lo cual evidencia que trasciende a autoridades porque su, valga la redundancia, trascendencia como narradora es indiscutible.
En ocasiones las circunstancias no favorecen a la fortuna, pero a mí, en el caso de esta autora, la fortuna ha externado una sonora y prolongada sonrisa por que las circunstancias de cercanía a María Eugenia Bear Sánz me han permitido seguirla casi desde sus inicios de publicaciones institucionales que, a no ser por la hasta hace pocos años, pálida, cauta o bastante discreta capacidad de distribución de la editorial poblana universitaria, ya debiera estar en latitudes alejadas del entorno original de esta propositiva creadora narrativa.
¿Por qué digo lo anterior? Por la sencilla razón de que es precisamente con propuestas como las de nuestra novelista, como una editorial puede buscar con mayor peso argumental, su inserción aumentada en el universo de distribución nacional y más allá.

María Eugenia Bear Sánz es una autora capaz de seducir a lectores locales; pero también puede hacerlo con lectores nacionales y de otras latitudes, por lo pronto, de habla hispana.
El haberla seguido cercanamente durante varias de sus producciones, amén de una satisfacción por el placer que sus propuestas me han producido, permite visualizar un panorama general sobre la novelista de quien ahora presentamos Beata hechicera.

He sido testigo de su diálogo con arquitecturas que se asientan en la historia, en la identidad, en el renacer contemporáneo del ser hoy asentado en el ayer con enorme potencial de constructor de futuros. Me ha tocado compartir, tomado de su pluma impresa, el diálogo con señoritas casaderas que esperaban la inminente llegada del príncipe azul que estaban seguras, ellas y su mamá, venía entre los zuavos o asistentes del general Lorencez. La he disfrutado corriendo entre pasadizos secretos de la historia, de los mitos y de la estructura de la prehispanidad agobiada por el peso de una iglesia que la apachurra o intenta apachurrarla con las toneladas de su construcción y la imposición del mito de la Santísima Trinidad sobre el de Quetzalcóatl, Huitzilopochtli y los Tezcatlipoca rojo y negro. Incluso la he visto novelar, por encargo y agradecimiento a un general llegado a tal, entre otras cosas, por haber sido partícipe del magnihistricidio de nuestro Emiliano. Y claro, si ha sido capaz de novelar todo lo anterior ¿cómo es posible que no hubiera novelado sobre beatas y hechiceras?
Era cuestión de tiempos. Ahora cumple con ese pendiente y, como casi siempre, lo hace con la magistratura narrativa que le ha caracterizado casi siempre.
Beata y hechicera es una propuesta narrativa de alto camino recorrido en la ruta de constantes culturales occidentales. La mitología negra de la maldad, venida del ser del averno vuelto amenaza para la humana congregación del Dios bueno, occidental y justo; tan justo que se erige en juez de conductas, de herencias y de finales de vidas por necesidad de purificación social. Fundando entonces una ideología de vigilancia, persecución y castigo; acciones que sustentaron el oficio de quienes bajo el supuesto mandato divino se encargaron de normar conductas, detener amenazas y calificar genéticas… porque la genética tiene asiento, o puede tener asiento, en el fenotipo que el mundo mira.
Cuando dice:
La belleza desbordada sólo podía haber sido urdida por el enemigo de las almas cristianas que habita, según sabían, pero nadie admitía, en la cueva de Las Brujas.
¿Quién califica la belleza decidiendo cuál es, no solo tal belleza, desbordante desde su punto de vista? Pues alguien para quien solo la belleza desbordante es obra del enemigo de las almas cristianas, que es calificado de enemigo de las almas cristianas por, tal vez, el criterio del mismo calificador de la belleza desbordante, ese que todos saben que habita en algún maligno lugar, aunque no admiten que ahí habita.
Ahí está el calificativo inherente a la acción. Porque ese juicio o la premeditación del juicio es la puerta de entrada para el largo proceso de la elección de culpable o culpables de lessa tranquilidad, de alterar la paz de las buenas costumbres, de ubicarse como almas diferentes que requieren de la purificación social. La institución inquisitorial ejerce su trabajo a los llamados, señalamientos o intereses del pueblo, de una porción de este o de los intereses de algún poderoso miembro de la comunidad.
Por supuesto el señalamiento puede ocultar turbios intereses económicos y/o de poder político, moral o ideológico; pero también se adereza con un enorme grado de ignorancia basada en problemas de fe, o mejor dicho, de obediencia ciega a una hegemonía de pensamiento que contundentemente indica, señala y empuja a conductas sociales de segregación con consecuencias que, incluso, pueden ser mortales para el o los señalado o señalados.
Afortunadamente la naturaleza humana es rica, amén de la fortuna o el infortunio de circunstancias en las que el ser humano se desarrolla. Y hete aquí que la migración es una posibilidad por la que se puede cambiar de pueblo en la misma región gallega, de país en la misma Europa o de continente, yendo al llamado nuevo mundo con las características medievales del viejo mundo, globalizando con el transporte ideologías que se hacen prácticas y costumbres que pueden asumirse en locaciones novedosas.
Tenemos entonces señalamientos diabólicos, actitudes inquisitoriales, herencias de ignorancias, genética de imitación, transterraciones y criterios medievales en pleno siglo XXI. Estas y otras circunstancias que el primer acercamiento a Beata y hechicera me permiten, la hacen ampliamente recomendable para su lectura. Pero los ingredientes no son todo lo que el texto propone. Todo el corpus es un condimento de platillo fuerte para sensibilidades degustativas. De ahí el que no deje de llamar la atención el juego denotativo del título y la actividad de quien lo prepara para nuestro consumo que enriquecerá o no nuestro horizonte, dependiendo del sazonado que el propositor le haya aplicado en relación directa con nuestra acepción. Es en este punto en que la autora María Eugenia Bear Sánz realiza su platillo para banquete titulado Bruja y hechicera, como una auténtica bruja que elige y una hechicera que transforma eligiendo con sensibilidad, mezclando con justeza, templando con sensibilidad y dosificando las presiones con la exactitud de la natural sabiduría que todo sazonador de producto artístico literario requiere para que el segundo creador, aquel que nuestro Umberto Eco denominara Lector in fabula, realice su trabajo, complete el acto creativo con sus ojos, su mente, experiencia y sensibilidad.
Ese es el punto exacto que la bruja María Eugenia deja en este texto, para que disfrutemos de él recreándolo con nuestra poca o mucha sensibilidad abierta para receptar, recibir, asumir lo que la hechicera nos deja como manzana envenenada dispuesta a meternos al sueño de varios siglos de antigüedad, que llegan a este ahora que leemos a la bruja-hechicera Bear Sánz, en una historia que es de sus antepasados pero que, no nos puede engañar, es arte de su capacidad para provocarnos el sueño de vivir muchas vidas de ese su ayer que es de ellos, de ustedes, de nosotros, de ella y él, tuyo y, confieso sin ambages, mío por los siglos de los siglos brujiles y hechiceros… amén.

¡Los nahuales nos perdonen!


Por Brenda Röjh 

¿Qué significa para la escritora?
—Dentro de la espiral formada hace años, Beata hechicera se adhiere y se sostiene con su magia, a esa estructura dinámica de trabajo. Las novelas que la anteceden le dan la bienvenida así como los lectores. Para mí significa un proyecto concluido y propone un mayor reto a lo que actualmente escribo.

¿Cuál fue el detonante de una historia acerca de la Inquisición y la hechicería?
—Me llamó la atención la Iglesia de San Pedro enclavada en Alles, capital del Concejo de Peñamellera Alta, en Asturias. ¿Quién y con qué intención decidió realizar tal obra en un poblado que hace 200 años debió ser austero y de muy pocos habitantes? Así comenzó la aventura por conocer a Don Juan de Mier y Villar. Por otro lado las historias acerca del valle, su pasado Celta y la asombrosa mitología Astur. Poco a poco los personajes de las brujas crecieron mermando la importancia histórica del clérigo. De ahí se unió a la historia de Abándames, en Peñamellera Baja. El hilo conductor fue la medalla heredada a lo largo de las generaciones y se relaciona con la que yo recibí de parte de mi abuela Eugenia y pretendo dar a mi nieta primogénita.

Llama la atención una frase que  señala cómo la herencia de las brujas se fortalece con el paso del tiempo.
—Por un lado está la habilidad transmitida por los genes y por otro la educación. En el pasado las madres enseñaban a las hijas los quehaceres propios de las mujeres: modales, herbolaria, medicina tradicional, cocina, cantos, tejidos, bordados, rezos, etc. Algo que en la actualidad se diluye, por no decir que se está perdiendo. La enseñanza trans-generacional funciona como un aglutinante, este permite la continuidad del conocimiento adquirido dentro de una familia, fortaleciéndolo y enriqueciéndolo a lo largo del tiempo. En Beata hechicera, es por medio de los escritos de la abuela que Simona comprende su destino.

¿Significa que nació predestinada y no pudo escapar a pesar de haberla puesto bajo la tutela del inquisidor?
—Como cualquier ser humano, Simona poseía un tipo de habilidades que le facilitaron ciertas tareas, pero ejerció su libertad para elegir el camino. Lo mismo sucedió con Don Juan de Mier y Villar. Los personajes se movieron dentro del espectro del claro-oscuro, al igual que cualquiera de nosotros lo hace a través de la vida.


Beata hechicera es un paseo a través del tiempo y de dos continentes. ¿Por qué elegiste la hacienda de Santo Domingo Atlapaleca, en el Estado de Puebla?
—Me apasiona el tema de las haciendas, por un lado está su enigmática belleza y por otro las asombrosas historias que las acompañan. Santo Domingo Atlapaleca conserva un importante archivo desde su fundación, en el año del 1539, bajo el mandato del virrey Antonio de Mendoza, y merece ser reconocida puesto que ha sobrevivido en estos tiempos tan difíciles y controversiales, gracias a la tenacidad e inteligencia de sus propietarios. Las haciendas fueron un sistema económico y social importante desde la época del virreinato hasta la Revolución. Prácticamente todos los hacendados influían en las decisiones, puesto que formaban un eslabón importante en la cadena de distribución de riqueza entre las castas privilegiadas y por otro lado actuaban como fuerza de control sobre los naturales o campesinos. Antes de la Independencia, según las estadísticas, había 1 millón de blancos, 1.3 de mestizos y 3.6 de indígenas que vivían en condiciones de pobreza y mayormente distribuidos en labores del campo. Gracias a la imposición de la doctrina católica, facilitada por los propietarios de las haciendas, los pudieron mantener sojuzgados bajo las amenazas de los castigos divinos y los no tanto. Hacendados, políticos y clero manejaron los destinos del pueblo. Por otro lado, el sistema de haciendas promovió fuertemente el desarrollo del naciente país. Esto nos sitúa de nuevo en el claro-oscuro.

¿Es la palabra escrita un vehículo de transformación?
—En mi caso me lleva a superarme en el trabajo y como persona. Al lector, cualquier tipo de material le dejará uno o múltiples mensajes; estos invitan a la reflexión. El pensar detenidamente en el significado de una frase, un párrafo, un tema, enriquece el conocimiento.
La palabra escrita permanece en el papel, se activa o cobra vida con la reflexión, permite ser modificada, apropiada, empleada en otros contextos, pero su huella permanecerá intacta, lista para ser consultada en cualquier momento. Esto significa que se encontrará la cita, en la misma página, sin importar quién, en dónde o cuándo se abra el libro. Es por medio de los escritos que hemos podido conocer el pensamiento genuino de miles de mujeres y hombres del pasado.

¿Piensas que el libro tradicional será substituido por el electrónico?
—Cada uno posee características propias, ventajas y desventajas. Existen lectores con gustos diferentes. La tecnología complementa, facilita, pero el libro impreso prevalecerá.

Beata hechicera invita a extenderse más allá del texto y a consultar en la red varios de los datos. ¿Esto la beneficia?
—La novela pertenece al lector en cuanto la toma en sus manos, si además lo motiva a conocer más acerca de mis hechiceras, para mí es un orgullo, puesto que tiene el poder de incitar a la investigación y despierta la imaginación.

¿Se puede considerar una novela histórica?
—No soy historiadora ni pretendo serlo. Beata hechicera transcurre, se ambienta y se alimenta de sucesos ocurridos entre 1630, cuando surge Casiana, la matriarca del linaje de hechiceras, y finaliza en 1812 con Simona. Es una novela en la cual se mezclan realidad y fantasía al igual que ocurre en el tránsito de la existencia de cualquier persona.


Nos queda invitar a su lectura. Pueden adquirirla en la librería de la Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) Av. 2 Nte. 1404. Centro Histórico. C.P 72000. Puebla. (222) 246 85 59 o en la librería Profética.